Martes 14 de enero de 2014
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La ministra de comunicación dejó finalmente en claro con qué criterio se maneja la torta publicitaria estatal. Hay que congratularse y felicitarla por hacerlo. Pocas veces el Gobierno transparenta la forma en que toma decisiones que afectan a todos. Casi siempre, muchos temas se manejan de manera solapada y la gente se entera de hechos consumados sin conocer porqué ni para qué.
Pero discrepo con la colega Amanda Dávila, aunque a ella no le importe, con los criterios que dijo que sustentan su política al respecto. Hay razones técnicas elementales en materia de comunicación y fundamentales en materia ética, que sí importan a todos, para rebatir sus argumentos.
Cualquier plan de una campaña de comunicación depende del público objetivo, de los mensajes. Eso determina el medio más idóneo para llegar a ese público, igual que del lenguaje. Eso es técnicamente correcto y fundamental para una selección verazmente democrática. No importa el color del gato, diría Mao, lo importante es que cace ratones.
Dijo que además toma en cuenta la comunión de los medios con "los intereses nacionales" y su respeto a principios de no al racismo y discriminación. ¿Pueden ella y su gente decir que algún medio del país está en contra de los intereses nacionales o que es racista, los pueden identificar y probar que es cierto? ¿Con qué mecanismos y parámetros se los clasifica? ¿Esa "clasificación" es técnicamente valida?