Miercoles 03 de febrero de 2010

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Son palabras de David en momentos de apuro; son palabras nuestras en momentos de desesperación y angustia. Y como en aquellos tiempos y estos y los que vendrán, qué mejor decisión que aquella del renovado David: “¡Estoy en un gran apuro! Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de los hombres”.
David hizo muchas cosas agradables a los ojos de Dios, pero hizo también otras que ofendieron el amor con el que fue elegido, protegido y proyectado en la historia de salvación. Unas veces obra y acción y otras de pensamiento como cuando, para demostrar su poder ordenó un censo de la población israelí. Realmente era un pueblo numeroso. “Pero, después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor: He cometido un grave error. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque ha hecho una locura”.
He aquí la enseñanza y la exhortación para dejarnos llevar dócilmente a la voluntad divina para no caer en los errores que se presentaron en el anuncio del reino, cuando muchos no supieron reconocer al Salvador: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? Y esto les resultaba escandaloso”.
Fuente: LA PATRIA