Fraternidad y nostridad, fundamento y camino para la paz

Muchas personas y organizaciones proclaman la necesidad de que reine la paz entre los seres humanos, entre las familias, entre las asociaciones y entre las naciones. Sin embargo no es tan frecuente examinar las razones por las cuales existen violencias, asesinatos, terrorismos y guerras. A pesar de los grandes esfuerzos y de los maravillosos adelantes tecnológicos de la humanidad, sin embargo, no sólo no se ha avanzado en el ámbito de la paz, sino que incluso se ha incrementado el número de muertes violentas, crímenes sangrientos y conflictos bélicos.

EL lema del Papa parecería retroceder a un ideal más romántico y menos efectivo que no es nuevo en la historia de la humanidad. La Revolución Francesa al finalizar el siglo XVIII proclamó pomposamente la triada “Libertad, Igualdad y Fraternidad” como el lema revolucionario, Sin embargo este movimiento incurrió en una flagrante y escandalosa contradicción, manifestada en los miles de ejecuciones mortales a través de la guillotina, que se utilizaba por ser más rápida que la clásica degollación con el hacha.

Pero tampoco basta la proclamación de la justicia social, si no hay un respeto a la dignidad de toda persona humana. Por eso las revoluciones tanto marxistas como fascistas y nazistas han traído una secuelas tremendamente mortíferas con millones de víctimas.

Es, pues, muy oportuno que el Papa proponga la fraternidad como base de la paz, dándole una sólida fundamentación bíblica, a la luz de algunos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Cuando Caín por envidia mató a Abel, el mismo Dios le encara “¿Dónde está tu hermano? (Gn 4, 9). Este anuncio veterotestamentario de fraternidad no fue respetado, Lo puso en vigencia Jesús, el Hijo de Dios que quiso hacerse Hijo de Hombre para ser hermano de todos los hombres, especialmente de aquéllos en situaciones angustiosas:“Y todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). Jesús ha creado en sí mismo un solo pueblo, un solo hombre nuevo, una sola humanidad (cf. Ef 2,14-16).

A la luz de esta fraternidad, el Papa examina los distintos problemas candentes de la humanidad, incluyendo la pobreza, la desigualdad económica, la guerra, la corrupción y el crimen organizado y la explotación abusiva de la naturaleza. Francisco insiste en que no se resolverán si no se promueve una mayor conciencia y puesta en práctica de la fraternidad universal.

Podemos concluir que el gran fallo de la humanidad ha sido y sigue siendo establecer barreras infranqueables y diferencias radicales entre los hombres. Hay circunstancias importantes que nos identifican a los seres humanos como pertenecientes a una determinada familia, etnia, clase social, ideología, nación, religión etc. Pero no raras veces esa pertenencia concreta nos educa en un sentido cerrado, excluyente de otras pertenencias e incluso nos lleva a despreciarlas y a odiarlas.

Estas exclusiones y agresiones están en contradicción con la identidad del ser humano, llamado a desvelar la fraternidad universal. El Papa nos remite a la paternidad de Dios, tal como se revela en algunas religiones sobre todo en la religión judía y en la cristiana, aunque todavía falta mucho para ponerla en práctica. Creemos, pues, muy oportuno ese llamado papal especialmente a los cristianos para que cambiemos de actitud en nuestras relaciones humanas y comprendamos el plan de Dios de hacer de toda la humanidad su propia familia.

El Concilio Vaticano II en la Constitución “Gaudium et Spes”, frecuentemente utiliza el término “familia humana” para referirse al conjunto de la humanidad. Nos invita a descubrirnos como hermanos con las inseparables características de solidaridad y justicia. En esta tarea también las ciencias biológicas y sociológicas aportan pistas para que descubramos la básica identidad genética de todos los hombres por encima de diferencias étnicas o culturales.

También la filosofía del lenguaje subraya el concepto del “nosotros”, existente en todas las lenguas, por el que nos identificamos con diversos colectivos. Lamentablemente hay “nosotros” que se cierran a otros colectivos y son excluyentes, mientras que otros “nosotros” se reconocen abiertos y son incluyentes de otros colectivos. Esa doble percepción se muestra en varios idiomas entre ellos el quechua en sus dos vocablos “noqaiku” y “noqanchej”, respectivamente.

De aquí la importancia y la urgencia de fomentar una cultura, una filosofía y una teología de la nostridad universal antropoteologal. En el cristianismo tiene como fundamento la revelación de Dios como el Nosotros Trinitario, como modelo de la familia humana, iniciada bíblicamente con Adán, Eva y Set (Gn 1, 27; 4, 25) y visible sacramentalmente en la Sagrada Familia de Nazaret. Esta analogía entre la familia humana y la Familia Divina ha sido expuesta magistralmente por Juan Pablo II en su inspirada Carta a las Familias de 1994.