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Domingo 05 de enero de 2014

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Cultural El Duende

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La salvación por la palabra

05 ene 2014

Fuente: LA PATRIA

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René Rivera, el poeta, se presenta con un inicio y un final hermosos en el prólogo: “Decían los griegos que los dioses tejen las desgracias para que las canten los hombres” y habla del hilo conductor de las búsquedas del hombre, diciendo “Quizá ese hilo sea la felicidad de la duda”. En estas expresiones se muestra el poeta de cuerpo entero, ya que el poemario, en total coherencia desarrollará esos temas: las desgracias, los cantos de los hombres, la felicidad y la duda. Sobre todo las dudas. No en vano el título del libro “Sendero de Dudas”. Lo leemos como a un joven pensador inconforme, poseído de dudas, como a un hombre en el intento de aproximarse a la verdad, a las verdades, como a un acosado de disquisiciones por la angustia de no conocer los límites de su vida y de la vida, como a un perseguido de preguntas sin respuesta.

En algún momento nos recuerda a Borges, en otros a Bécquer, dos poetas tan distantes entre sí, pero tan próximos en René Rivera. A Borges, en poemas como “Libro Sagrado” por el tema de la sacralidad de la palabra escrita, por la noche y las hondas preguntas, y a Bécquer por sus cantarinas estructuras donde se reiteran, a manera de iniciación de cada estrofa, las mismas palabras. Y es que nadie puede liberarse de las marcas que dejan las lecturas de los buenos poetas.

Hay algo de juego con las palabras en el poemario de René Rivera. El poema “Incertidumbre” maneja verbos en primera persona al iniciar cada estrofa: vivo, sueño, respiro, lloro, y muchos más, que se desarrollan luego en una frase complementaria. Casi como si estuviera jugando a acertar qué frase ingresa mejor a cada verbo. Pero, todas estas frases acompañantes de estos verbos conducen a la inseguridad, al desconcierto, al abismo de las dudas. Y es que René Rivera no puede escribir un poema sin derivar a su esencia: caminante en el sendero de las dudas.

En algún momento se reconoce a un poeta buscador de formas poéticas: intentos de sonetos, de redondillas, pero afortunadamente, en coherencia con su época, se zafa de las formas clásicas y se entrega a su búsqueda interior de formas y palabras libres.

Los poemas de la tercera parte del libro son tristes, como si se trataran de la caída en la nada. “Desazón”, “Nos Lastima la Muerte”, “Réquiem”, están llenos de soledad, de lo insuficiente, se alimentan de la sustancia de la muerte o de la nada. Es muy sugerente y original el poema “Réquiem” que René Rivera escribe para René Rivera muerto, cuyos últimos versos dicen: “Se escurre la vida en el resignado suspiro/ La arena del reloj termina/ (¡Hoy René Rivera murió. Guardad el secreto)”.

Seguramente es muy difícil para un poeta avanzar por el bosque enmarañado de dudas y oquedades. Y seguramente es la palabra, la palabra poética y confesional, la que lo salva de la inmisericorde persecución de la maraña de ideas. Gracias a esas palabras tenemos un testimonio poético de un indagador en la nebulosa de los destinos del hombre.

Gaby Vallejo Canedo. Cochabamba, 1941.

Académica de la Lengua.

Fuente: LA PATRIA
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