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Domingo 05 de enero de 2014

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Revista Dominical

La gratitud

05 ene 2014

Por: Marlene Durán Zuleta - Poeta, escritora e investigadora de la cultura orureña • Para Ximena y Glenda

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La gratitud es un mensaje de conciencia, alabanza que primero debe tenerse con el Creador, luz que ilumina hasta las estrellas. Está escrito en la Biblia en Salmos 30:12 y Deuteronomio 6:5 que debemos por encima de nuestros latidos, agradecer por la vida y la dulce compañía de los seres que amamos. Su misericordia inconmensurable llega hasta el espíritu, y solo él puede librarnos del mal, nosotros siervos que vibran y palpitan no podemos callar, cuando se trata de ensalzar al Todopoderoso.

Las pruebas para mostrar y demostrar nuestra gratitud al eterno místico ,es a través de la fe y la oración, antorcha perenne del corazón. Ni la muerte ha de aplacar ese calor, encallado hasta la eternidad.

Es honda la pena, cuando el avaro de palabras, adrede cierra sus oídos, desafiante como torbellino, se queda sin señal de ensueño, con las pupilas dilatadas, pobre como la tarde gris, ansioso desde su parcela observa de lo que cree ser dueño, la tierra, no reconoce que es peregrino.

El péndulo, marca la medianoche, el ausente se equivoca, celoso guarda en el ánfora interior la señal de la cruz y sus mustios labios pesadamente se mueven para repetir el nombre bendito de Dios.

¿Será que estos ingratos, que pregonan sombras remotas, se alejan en silencio cansados de caminar por su horóscopo, sin haber escuchado o leído la palabra de Dios y demorado dar gracias por permanecer en este suelo? Cada hombre tiene su historia, y se percibe desde su hálito, sus expresiones y su mirada real, sí la canción de cuna cuando estaba en vientre hablaba de la divina Providencia, de su generosidad, que sólo él debe reinar en nuestra mente. Ciertamente, como hijos del Salvador estamos para glorificar su nombre, algunos “incrédulos” oscuros de imagen, deberían ser probos, diáfanos al amor del Creador y no mostrar irreverencia e ingratitud.

Es necesario rememorar la herida, el dolor y la huella que marcó para siempre nuestras frentes, ante el sacrificio del Redentor. Será la ceniza que brille y sensibilice profunda e íntegramente la estancia donde recorremos.

En estos avatares que recorremos a diario, es justo considerar que no puede ni debe guardarse como secreto, cuando se trata de reconocer a quienes son afables, en el preciso instante cuando nos aproximamos, sutilmente, abren las ventanas a las ocasiones para recibir mensajes, dejan correr tinta en los impresos, tienen la virtud de oír y recordar a las musas, a los juglares, a quienes resumen y/o restituyen otros resplandores de la constelación.

Este agradecimiento se extiende hasta la arcilla, la armonía y naturaleza, porque todavía disfrutan nuestros ojos de las cerámicas, los colores y la belleza de la creación.

Existen afectos que no pueden olvidarse, afanes cotidianos que sensibilizan nuestros días. Pareciera que son dimensiones que contribuyen silente y permanentemente para extendernos y contagiarnos de una inusitada alegría.

Recibir a diario sincero aprecio, logra ascender los límites de la emoción, el tránsito de nuestros pisadas se vuelve llano. Estos cofres llegan hasta la casa del Señor, confirman una y otra vez sin cansancio que la mano amiga, pródiga e íntegra, puede extenderse con equilibrio solidario, dejando un profundo trazo.

La gratitud no solo llega con el adviento, los coros de ángeles terrenales ofrecen dulces melodías, compensa el adelanto de la caída del granizo y las lluvias alertan una inundación de la media calle, las aceras rotas con cieno en abundancia, el cielo opaco escondiendo al sol, desatan sonrisas por las pruebas de caminar por los vericuetos, a pesar de la prolijidad, pueden ocasionar alguna vicisitud.

Es justo agradecer y reconocer la armonía de los árboles desde su resina, por nuestros huesos que evitamos se desintegren por algún mal que se cristaliza, los sentidos de gran beneficio, nuestras manos que no miden la fuerza pero que equilibran para levantar y mostrar el cielo donde se encuentra el Padre Celestial.

Desde el fondo, donde la caverna del corazón retiene, encadena como suyo el nombre eterno, hasta la médula que atisba las arterias, reconozco de rodillas que por el río de mi sangre bulle la confidencia, el testimonio que permanezco en este orbe, cargando mi heráldica, el espejo de mis sueños, porque Dios protege mis pasos y mi gratitud es eterna.

En esta premura por llegar a diferentes metas, destinos que labramos cada humano, está la gratitud que debemos dar todos los días al protector cotidiano, el Padre eterno. En el espinoso itinerario reconocer que somos hilos integrados al prójimo, por siempre hermanos y que Dios nos ama a pesar de las distintas templanzas.

Afuera llueve,/parecen lidiar viento y truenos,/ cierro los ojos y viene a esta fontana/ Jesús el astro/ el eterno horizonte.

Para tus amigos: