No es nada extraño que al concluir un año se haga un recuento de lo que 365 días dejaron para nosotros, esperanzas que en unos casos se convirtieron en hermosas realidades y, a la vez, proyectos que no llegaron a buen término por diversas razones, de éstas últimas algunas imputables a terceras personas que incumplieron promesas y no extremaron recursos para llegar a la meta de las aspiraciones comunes.
Dependiendo del lente con que se observe lo recientemente pasado en otro año que se va, corresponde sin lugar a dudas a la vida de cada uno y en la proporción de las expectativas que trazamos al comenzar este periodo que fenece.
Son muchas las cosas que en un año se registraron como éxitos y fracasos, más estos últimos elementos que los primeros, y que nos colocaron frente a circunstancias que han sido en especial adversas y que por su efecto quedan impresas en la conciencia ciudadana, sin descartar las otras que por su utilidad y beneficio también tienen un espacio en el sentimiento comunitario.
En el recuento de lo ocurrido y frente a las diferentes circunstancias por las que tuvimos que atravesar, encontramos una fácil salida al pensar que buena parte de los males son producto sólo de la mala suerte, cuando en realidad las causas negativas fueron producto de personas irresponsables que fallaron en el desempeño de sus funciones, postergando planes y alterando los deseos colectivos de mejorar las condiciones de vida.
Hemos vivido un año de convulsiones especiales, pues el efecto de los movimientos laborales han perturbado la paz ciudadana, con planteamientos en la mayoría de los casos de razonable contenido social frente a injustas posiciones del Poder central o simplemente por la demora en dictar medidas que más tarde se aplicaron para calmar los ánimos y evitar contingencias que alteraron los derechos ciudadanos.
Una fuerte contradicción del sistema económico todavía tiene confundida a la mayoría de la población que no alcanza a comprender cómo se vive en un país cuya macroeconomía muestra cifras de millonarias reservas para el respaldo de las transacciones financieras, hecho reconocido internacionalmente pero que en el ámbito más común, más sencillo y humilde de la población aún no se siente porque el flujo económico no llega a los bolsillos de esos trabajadores ni a la canasta familiar de los hogares más humildes donde la pobreza persiste.
Frente a esta realidad es que pensando en un nuevo año, resurgen las posibilidades de que el anunciado cambio pueda ampliarse, diversificando su destino y haciendo felices a los más necesitados, aunque el 2014 será un año en el que fluirán de manera alarmante las promesas políticas, pues en un periodo electoral todos los candidatos lanzarán sus ofertas, aunque desde el frente oficial se entregarán algunas obras que “fuera de campaña” captarán la atención de potenciales votantes.
Hay déficit de servicios básicos en las ciudades y en el campo, hay caminos inconclusos y problemas con varias empresas contratistas, de manera concreta en barrios marginales de nuestras ciudades y especialmente en la nuestra no hay servicio de alcantarillado, pese a la existencia de presupuestos destinados a tales proyectos, faltan planes de seguridad ciudadana y una decisión de autoridad competente para mejorar la estructura vial de los barrios donde un simple aguacero deja sus calles intransitables.
Hay mucho que hacer y después de la despedida del año viejo queda en la población la alternativa de que el 2014 los cambios serán efectivos…no perdamos la esperanza es lo único que nos queda. Feliz Año Nuevo.
Fuente: LA PATRIA
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