Si observamos con cierta atención el comportamiento ciudadano nos daremos cuenta que prevalece una actitud individualista, que separa a la persona de una serie de hechos comunes y colectivos que se producen en la cotidianidad.
Por ejemplo en el transporte público, son muy pocas las personas que saludan a los pasajeros al abordar el vehículo y la respuesta es también de pocos y no se generaliza, de ahí que mostrar amabilidad debiera ser una norma que se contagie y sirva como un nexo de unidad y contacto comunicacional entre toda la gente, por encima de estereotipos o protocolos sociales.
Hay una marcada indisciplina ciudadana que se observa en cualquier lugar de la ciudad, en las calles, en los centros de abasto, en una tienda cualquiera, en el supermercado o en el puesto ambulante las personas se comportan como quieren en su propia costumbre individualista, máxime ampliada a la pareja pero en muy raras oportunidades extensiva al entorno de un encuentro casual.
Lo que sucede es que las personas piensan en satisfacer sus necesidades personales, despreocupándose por el bienestar y los derechos de los demás, al punto que por difíciles circunstancias que todos atravesamos nos convertimos en socios naturales de poca amabilidad, más próximos al enfrentamiento o la discusión que surge espontánea, antes que el diálogo enmarcado en la amabilidad y una natural paciencia de buen amigo y vecino.
La indisciplina ciudadana es un mal que aqueja a todas las ciudades, a unas con mayor fuerza que a otras. Si se toma en cuenta lo que ocurre en algunas del eje central realmente las consecuencias del mal comportamiento de alguna gente pasa a lo delincuencial y su efecto es de violencia con resultados catastróficos. Menos mal que en la nuestra no se dan esos extremos, pero lo que sucede en materia de desconocimiento e incumplimiento de normas es un hecho que debe llamar la atención de nuestras autoridades para considerar la aplicación de programas especiales, en los medios de comunicación en general que deben ser parte de una campaña sostenida.
El asunto está en que la autoridad más competente en manejar este asunto, creemos que debe ser la Alcaldía organizando una mesa de trabajo con representantes de diferentes instituciones para delinear un programa de educación ciudadana que enfoque la responsabilidad personal a cumplir las normas de respeto mutuo, las disposiciones vigentes y ser consciente que infringirlas dará lugar a la aplicación de sanciones que ineluctablemente deberán ser también acatadas.
Para esta campaña, necesaria en nuestro ámbito citadino, es importante incluir a los medios de comunicación y los periodistas, pues el uso mediático del sistema permitirá llegar a toda la población con mensajes que deben ser producto del trabajo de una comisión especializada para que su contenido sea asimilado convenientemente y su efecto sea el cambio de actitud de la gente.
Hay una serie de motivaciones que influyen en el ánimo de la gente, por ejemplo el exceso de trabajo que produce stress, las restricciones económicas de una familia, el poco tiempo de los padres para educar a los hijos, la carencia de programas especiales en el sistema educativo, la posición individualista de cada vecino, sólo preocupado en sí mismo olvidando el interés y los derechos de los demás. Estas situaciones de presión natural deben ser cambiadas para dar paso paulatinamente a la eliminación de los malos hábitos y al reencuentro amable y solidario de hermanos en una misma comunidad.
Fuente: LA PATRIA
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