Lunes 23 de diciembre de 2013
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Editorial y opiniones
Jesucristo y su legado de hermandad y solidaridad
23 dic 2013
Por: Adhemar Ávalos
La próxima Navidad, la que implica en gloria el nacimiento de Jesús (en Belén en el año 7 o 6 A. C y que fue crucificado en Jerusalén en el año 29 o 30 D.C., en realidad su origen y muerte física, que no espiritual, se perdieron en su luz universal), hijo de María y José, implica con creces una fecha de inestimable valor para cientos de millones de verdaderos cristianos y de no creyentes, cosa real si se asume que su llegada al mundo marcó con lujo de matices una época de esperanza para la humanidad que está lejos de terminar, independientemente de cómo se haya interpretado su verdad a través de más de dos mil años que marcan una parte importantísima de la evolución del “homo sapiens”, para bien o para mal, en realidad más de lo primero que de lo segundo.
Jesucristo no fue una persona sencilla ya que su vida llena de paradojas lo impidió. El llamado “Mesías” no derivó exclusivamente en un símbolo, a pesar de que lo representó durante mucho tiempo, lo que fue y será visible por muchos milenios y quizás por siempre. Se tradujo en más idea que carne, debiendo y pudiendo asumir la presencia de un ser humano que trascendió como pocos sus propios actos históricos en el no tan largo transcurrir de nuestra especie. Y para encontrar sus revelaciones en su auténtica magnitud no es imprescindible leerlo y entenderlo en los escritos de sus incontables seguidores, unos fieles transmisores de su verdad y otros simples fariseos, estafadores que encontraron la posibilidad de medrar difundiendo su mensaje y beneficiándose materialmente con ello. Basta con encontrar su esencia en su corta pero rica vida y principalmente en todos esos pequeños actos de tantos seres humanos que se mostraron y se muestran fieles al fundador de una nueva forma de pensar, mediatizada durante siglos, pero que es capaz de mantener su valor no solamente religioso, sino su consecuencia y entrega en la lucha por la verdad y la justicia, la que supera interioridades y épocas que están por encima de la mezquindad propia de sujetos vergonzosos, ajenos al ser que definió no solamente una época, sino las condiciones de vida y pensamiento de la humanidad futura.