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Domingo 22 de diciembre de 2013

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Cultural El Duende

Viaje al centro del origen

22 dic 2013

Fuente: LA PATRIA

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El viaje es el movimiento original de la literatura.

La palabra del origen es el mito: primer nombre del hogar, los antepasados y las tumbas. Es la palabra de la permanencia. La palabra del movimiento es la épica que nos arroja al mundo, al viaje, al oro. En ese viaje descubrimos nuestra fisura trágica y regresamos a la tierra del origen a contar nuestra historia y a comunicarnos de nuevo con el mito del origen, pidiéndole un poco de compasión.

Esta rueda de fuego de la literatura original, que en el Mediterráneo cobra los nombres genéricos de mito, epopeya y tragedia, es la justificación y el impulso de toda literatura de viaje. Es un círculo inabarcable, que partiendo de la identificación de viaje y lenguaje, presta sus formas a la poesía, de Homero a Byron a Neruda. La política ha sido determinada por Herodoto tanto como por Pericles, ya las mejores guías para una reunión contemporánea en la cumbre, la siguen ofreciendo los libros de viaje de Coustine y Tocqueville, a Rusia y a los Estados Unidos, en el siglo XIX.

Movimiento y quietud: mediante la palabra, el viaje puede ser puramente interno, confesional, subjetivo, de San Agustín a Rousseau a Freud; o puede ser el viaje fuera de nosotros mismos y hacia el reconocimiento del mundo, que es la historia de la novela desde el momento en que don Quijote abandona su aldea y sale a comparar la verdad de sus libros con la verdad del mundo, pero puede ser también el viaje inmóvil de Julio Verne, quien raza vez se salió de su propia aldea francesa y fue, sin embargo, capaz de viajar a la luna, o veinte mil leguas debajo del mar.

El viaje puede significar un vasto periplo simbólico, en busca del Vellocino de Oro o del Santo Grial; pero Xavier de Maistre puede conducirnos en un viaje alrededor de su recámara, y Thomas Mann hacia la montaña mágica. Virginia Wolf nos invita a viajar hacia el faro, aunque Thomas Wolfe nos recuerda que no podemos regresar al hogar abandonado.

En todo caso, el viaje y la narrativa son gemelos porque ambos suponen un desplazamiento, es decir, un abandono de la plaza, o sea, un adiós al lugar común, para adentrarnos en los territorios del riesgo, la aventura, el descubrimiento, lo insólito.

El viaje y la literatura son, sin duda, todo esto, pero al cabo son solo una voz que nos dice: El mundo es tuyo, pero el mundo es ajeno. ¿Cómo lo explorarás, cómo lo harás más tuyo? ¿Cómo viajarás por el mundo sin perder tu propia alma, sino, más bien, encontrándote a ti mismo al encontrar al mundo, dándote cuenta de que careces de identidad sin el mundo pero que, acaso, el mundo carezca de identidad sin ti?

Ésta es, quizás, la cifra común del destino personal y del arte de viajar. Me dirijo al mundo, a los demás, a mi obra, a mi amor. Y nada me autoriza a creer que éstas, las realidades de mi vida, vendrán a mí si yo no voy hacia ellas.

De su libro “Nuevo tiempo mexicano”

Carlos Fuentes. México, 1928.

Fuente: LA PATRIA
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