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Domingo 15 de diciembre de 2013

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Revista Dominical

“La viuda”

15 dic 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Estanislao Aquino Aramayo - Comité Departamental de Etnografía y Folklore

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La primera vez que leímos sobre el mítico personaje de “la viuda”, ha sido en la novela documentada de Néstor Taboada Terán, que trata de la masacre a los mineros de Catavi en 1942, el libro: “El Precio del Estaño”. Era el año de 1961 y entendimos el mensaje. No era nuevo para nosotros saber de este singular personaje de la tradición oral. Años antes en nuestra niñez, habíamos escuchado relatar a personas mayores sobre los encantos de “la viuda” pero, no pasaban de ser anécdotas ocurridas a unos “señores ebrios”.

El año de 2012, en el suplemento semanal “Dominical” de LA PATRIA de la ciudad de Oruro, “la viuda” es presentada en un artículo, de inspiración del Sr. Víctor Montoya, escritor boliviano. Como aporte literario bienvenido. Pero, observamos que este aporte literario, es tomado por algunas personas como la última verdad. En la tradición oral, en el folklore narrativo, nada es verdad, nada es mentira. El que recopila o indaga sobre los mitos y leyendas en cualquier comarca, debe mostrar sin distorsiones, ni acomodos a intereses particulares, respetando el saber popular.

El bien no material más preciado de Oruro, es la fiesta Patronal Cristiana, dedicada a Nuestra Señora del Socavón. La danza devocional emblemática, es de los diablos, con sus figuras o personajes tradicionales y algunas agregadas. Debemos resaltar, que a los ojos de la Mamita del Socavón, ninguna danza es más y ninguna danza es menos. Todos los devotos-danzantes son sus hijos privilegiados. Motivados por el artículo de LA PATRIA, algunas personas han tenido la idea de incrementar una figura a la danza tradicional de los diablos, en el supuesto, de que “la viuda” es un personaje infernal o está relacionada con el diablo.

En la novela de Taboada, el “Khoya loco”, despreciado por una “bandera” de chichería, tiene la fortuna de encontrarse casi a la media noche, con una bella dama, en un solitario camino de la zona minera de Catavi. Audaz como era, aborda y acompaña a la dama hasta una mansión para él desconocida. En la charla la señora se identifica como la esposa de un ingeniero de Huanuni ya fallecido. La aventura, supuestamente, termina en una lujosa alcoba y entre sabanas. Al día siguiente se sabe que el Khoya loco apareció muerto, completamente desnudo en un muladar.

Según la tradición oral, los protagonistas directamente involucrados, no pasan de dos personas. El primero un ciudadano corriente a quien le agradaba servirse unos tragos con cierta frecuencia, como los hechos se refieren al periodo anterior a 1950, la bebida alcohólica era la chicha (fermento de harina de maíz), sin despreciar la cerveza “Unión Huari”, o también “El Torito”, si era noche fría un aguardiente, un singani San Remo o un pisco. El ciudadano artesano, habitualmente compartía unos vasos con sus pares los fines de semana, prolongándose generalmente, al lunes de “ley seca”, conocido como “San Lunes” o “lunes de zapatero”.

El personaje varón, aparte de servirse sus buenos vasos de licor, tenía buen gusto para apreciar a personas del sexo opuesto. Era un enamorado de cuanta mujer bonita se le ponía al paso. Cuando se le presentaba una mujer en su noche de farra, tenía las ideas más audaces.

Otro personaje era una bella mujer, de encantos corporales sobresalientes pero, nunca vistos por los ojos de los narradores. Esta bella dama sólo era para un solitario y atrevido Don Juan ebrio. Las personas que contaban estas historias entre vaso y vaso o en las charlas de vecinos en las tardes de ocio, podían jurar que ocurrió, la prueba estaba, que fulanito fue encontrado en tal o cual muladar.

“La viuda”, no pasó de ser una mujer de encantos, que se dejaba conquistar en amores ilícitos, y acompañada por un galante “pije” o un artesano llegaba a su mansión donde disfrutaba de un instante en el placer de vivir. Su galán tenía que estar borracho, gustaba solo de los ebrios. Los narradores aseguraban que “la viuda” ostentaba elegante ropa y joyas de gran valor. En el folklore regional orureño no se la relacionó con seres demoniacos.

Esta tradición oral, estaba dirigida a personas con el hábito de bebedor pero, como lección de vida, a los jóvenes y adolescentes. Con estas historias se pretendía frenar la tentación de probar sus primeros tragos. De hacerles ver lo peligroso que puede ser el consumir bebidas alcohólicas de cualquier procedencia, sobre todo, de la barata chicha. Por otra parte, que deberían mantenerse fieles a la castidad. Que la infidelidad puede tener graves consecuencias.

“La viuda”, generalmente, es contada en tercera persona pero, hay relatos en primera persona de quienes sobrevivieron a su aventura de galantes borrachos. Eran los años ’60, del siglo XX, Raúl conocido también como el “Chino”, buen basquetbolista, nos relató de una mala experiencia. Una noche, había ido a servirse unas chichas en la calle Buenos Aires, hoy Backovic, cerca a los molinos Bedoya. En la farra como buen deportista dijo a sus compañeros: “Este es mi límite, buenas noches y hasta mañana”. Salió del local siguiendo la calle Buenos Aires, al llegar a una esquina a no más de dos cuadras, vio a una solitaria joven con un vaporoso vestido blanco, cabello negro largo, en el hombro una estola gris claro. El joven no se preguntó ¿que estaría haciendo, a esa hora de la noche una mujer fuera de la ciudad? Galante y valiente se aproximó para demostrar su admiración. En el momento del saludo, un vecino de la calle transversal, cerca de la esquina, salió con un turril metálico ruidoso y la mujer se esfumó cual vapor de agua. Contaba Raúl, que casi pierde la respiración. Volvió al local donde estaban sus amistades a sentarse en cualquier sitio y esperar que termine la farra. Al final pidió a sus amigos que le acompañen hasta la puerta de su casa.

En la última década del siglo XX, en el Equipo de Reflexión Andina de Pastoral Social de la diócesis de Oruro, otro testimonio fue de un trabajador minero de Siglo XX, de ocupación laborero, sobre un hecho que le habría ocurrido pocos años antes.

El laborero de la mina había llegado a Oruro aprovechando sus vacaciones, estaba alojado en su propia casa donde vivían sus hijos. Una tarde se encontró con viejos amigos y se fueron a festejar recordando los buenos y lejanos tiempos. El lugar elegido “El timbrecito o los timbrecitos” de la calle Junín y Brasil, al oriente de la ciudad. Entre recuerdos, anécdotas y bromas llegó la noche. Antes de la media noche el laborero, según su testimonio, salió por una necesidad fisiológica a la calle, y vio que por igual motivo estaba sentada una mujer algunos pasos de la puerta, con la pollera algo levantada. Valiente como estaba, le saludó e hizo un comentario sobre una parte del cuerpo. La mujer ni molesta esbozó una sonrisa. Ella se paró y él, puso su ropa adecuadamente. Se presentaron y la mujer le dijo que ya no podía beber más, prefería irse a su casa. El caballero sin mayor argumento brindó su compañía. Empezaron a caminar con dirección al Este, no le importó para nada al señor sus amigos ni su familia.

En los primeros pasos se tomaron de la mano, más allá él tuvo que abrazarle por el frío de la noche. Iban caminando acaramelados, según cuenta el laborero, cuando escuchó una voz masculina: “Caballero dónde está yendo”, miró al lado de donde venía la voz y era un hombre con pasamontaña y un bulto en la espalda. Miró a la cholita y solo tenía su brazo en alto sin nada en que apoyar. Le vino un sudor frío, se quedó callado. Tardó unos segundos en recuperarse, volvió a mirar al hombre encapuchado sin decir palabra, éste con una risa le preguntó: “¿No estarías yendo con la viuda?”. Mayor susto.

El encapuchado, resultó ser un juku, iba a la mina a trabajar algunas horas, aprovechando la madrugada. Nunca había visto ningún aparecido pero, sí había escuchado hablar sobre la viuda en esa zona. Al laborero de Siglo XX no le quedó otra que pedir al juku que le acompañe hasta tomar un taxi y prometer que cuando quiera, pueda ir a Siglo XX, buscarle para poder “jukear” en las mejores vetas. (Juku = lechuza en aymara; ladrón de mineral).

Si bien existen estas narraciones testimoniales, “la viuda” no pasa de ser una tradición oral sin base en la realidad y sólo para decir: “caballero deje de beber” y también que los amores clandestinos no acarrean nada bueno. Son narraciones didácticas, para de alguna manera llegar a la conciencia del bebedor y que se aleje de esos hábitos. Quizá nuestros abuelos pensaron que el miedo era un buen remedio. De eso a querer convertir la tradición popular en demoniaco mito, existe algo de exagerada imaginación.

Cabe preguntar ¿de dónde sale eso de que “la viuda” es de pollera y nada más que pollera, que vista de color negro y que tenga cuernos? Aparte de los tres narrados aquí, nadie asegura como vestía la “viuda”. Suponiendo que sea de pollera, ¿cómo explicamos que un hombre abrace a una mujer con cuernos? Ni en la peor de las locuras.

El galante ebrio, según el relato popular, estaría cometiendo dos pecados. Esos pecados ya están presentes en la danza de los diablos, y claramente en el “relato” o auto devocional, como la gula y la lujuria. Por lo que la diablada no requiere más figuras, menos de personajes que tienen otra finalidad en la sociedad. El incluir otros personajes a la diablada puede llevarnos a quitar su verdadera esencia de la lucha del bien y el mal; de la derrota de los pecados capitales con intervención de la Santísima Virgen del Socavón, por manos de su paladín, el Arcángel Miguel. Para tener agregados a la danza, suficiente los osos.

El incluir una o varias “viudas”, u otra figura, a la fiesta de Nuestra Señora del Socavón de Oruro, es pecar de desesperación para el protagonismo. El título de Obra Maestra, que la Unesco dio a nuestra fiesta, es a la tradición, al anónimo cultor de las artes ancestrales y no a quien quiera ser creador o inventor de un nuevo personaje, y así tener el derecho de autor.

“La viuda” como hecho folklórico didáctico ha perdido vigencia, sólo las personas mayores recuerdan cómo se contaba de personas muertas misteriosamente, o de los que se salvaron y dejaron de ser bebedores. Hoy en día el alcoholismo se trata como una enfermedad y no como un vicio. Por eso y los cambios culturales, “la viuda” ya no es mencionada en los coloquios de barrio ni en las tertulias.

Fuente: LA PATRIA
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