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Domingo 31 de enero de 2010

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Revista Dominical

Luz de todos los pueblos

31 ene 2010

Fuente: LA PATRIA

Por: P. Jairo de Jesús Salazar Correa

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El texto del evangelio de Lucas (2, 22-40) que está al origen de la fiesta de la Candelaria, nos relata el cumplimiento de normas antiguas por parte de María y José al nacimiento de Jesús: la purificación de la madre (Lev 12), y la consagración y el rescate del primogénito (Ex 13, 11-16).

En el texto se da mayor importancia a la presentación del niño, y no se dice que María pagó el rescate del niño. Se habla de una ofrenda de un par de tórtolas o dos pichones, que eran la ofrenda para la purificación de una madre pobre.

¿Porqué María lleva a Jesús al templo?

Más allá de la obediencia a la ley, María presenta a Jesús al Padre como primer momento de una vida totalmente consagrada a él, y que tendrá su plenitud en el ofrecimiento extremo de su vida en la cruz. Jesús es el primogénito ofrecido y no rescatado. Ese gesto al mismo tiempo hace memoria de la antigua liberación de la esclavitud de Egipto, y anuncia la realización de una nueva liberación a través de la Pascua de Jesús.

Esa pequeña familia, María y José, con el Niño Jesús, tiene la apariencia de una familia cualquiera de Palestina, que presenta al templo a su primogénito. En realidad, en ese Niño se hace presente la salvación de Dios, tan largamente invocada y esperada, para Israel y para toda la humanidad.

El canto del anciano Simeón proclama que la promesa de Dios se ha cumplido, y por eso él ahora puede irse en paz: “Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones”. Jesús es reconocido como Salvador de todos los pueblos y luz de todas las naciones. La acción mesiánica de Jesús llegará a toda la humanidad, su luz iluminará la mente y el corazón de todos. En Jesús se cumplirá la profecía de Isaías (42, 6-7): “Yo, el Señor, te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones. Para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, y del calabozo a los que estaban en la oscuridad”. No se trata sólo de la despedida de Simeón, que ha visto cumplida su expectativa. Es la despedida de una etapa de la historia de la salvación, en que Israel había tenido una misión extraordinaria de preparación a la venida del Mesías. Inicia una etapa nueva, con un Salvador “presentado ante todos los pueblos”, “luz para alumbrar a las naciones”.

María y José no pueden comprender. La verdad de ese niño es demasiado grande para ellos. A María le espera un largo camino en la oscuridad de la fe, para poder llegar a seguir a Jesús hasta compartir al final su destino: “Junto a la cruz de Jesús estaba la madre”. Por ahora ella escucha la profecía de Simeón. El niño será bien acogido por muchos, pero muchos lo rechazarán. Será un estandarte al que se dará o se negará la adhesión. Ya se levanta la sombra de la cruz. La Palabra de Dios, hecha carne en Jesús, será el criterio de juicio para el pueblo, y para María misma: “La Palabra de Dios es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos, penetra hasta la unión de alma y espíritu, de órganos y médula, juzga sentimientos y pensamientos. No hay criatura que escape a su mirada, todo está desnudo y vulnerable a sus ojos, y es a ella a quien habremos de dar cuenta” (Heb 4, 12-13).

A la luz de la Palabra, “tajante como una espada de dos filos”, María aprenderá a discernir el camino, muchas veces doloroso, que Dios le tiene preparado.

Esa misma luz de la Palabra tendrá que iluminar nuestro camino.

Fuente: LA PATRIA
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