Sábado 14 de diciembre de 2013

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No es la primera vez que recuerdo a mis héroes preferidos, los poetas Alejandro Pushkin y José Martí, de quienes tomé sus nombres para mi hijo, porque representaron en el Siglo XIX la lucha contra la opresión imperial, sin perder la pasión amorosa y la ternura por los niños y el asombro ante las maravillas naturales.
Los héroes que combinan la fiereza necesaria en las batallas con la serenidad y el reposo que inspiran sus rimas y metáforas, son aquellos seres imprescindibles en la historia de la humanidad. Los Robespierre se limitan a torturar, a vejar, a matar. Aún cuando hablen a nombre de libertad, antiimperialismo o descolonización, suelen acabar tan sanguinarios, perversos y corruptos como el viejo sistema.
El Siglo XX regaló a los utópicos tres héroes de singular trayectoria, cuya herencia parece imposible en esta nueva centuria de estropicios, cuando los rebeldes se apresuran a convertirse en nuevos amos, más consumistas que los anteriores, más neoliberales que los blancos, más despóticos que los uniformados.
Mohammad Gandhi no era un miembro de las castas hindúes más explotadas y tuvo la oportunidad de estudiar en las mejores universidades del imperio británico. Desde joven inició su lucha por la libertad y la soberanía de su patria, la extensa India, y su apego por escritos de poetas y sabios. No fue sólo un patriota, sino un ser humano capaz de sacrificarse a sí mismo para combinar la subversión con la espiritualidad.