Las políticas éticas de toda empresa deben fundamentar su fiel propósito de cumplir absoluta y enteramente tanto con la conciencia como con la letra de la ley. Aparte de ello, las empresas deben conducir sus actividades según los más altos estándares de honestidad e integridad, donde sea que actúen, pues dicha acción tiene incidencia en el devenir del Estado nacional. Cuando la ley no sea clara o parezca contradictoria, o se encuentre en una situación indefinida, se debe mandatoriamente y con orgullo divulgar todos los hechos acontecidos.
Regularmente, la prueba no consiste en darse cuenta de que es ilegal sino en detectar o saber que es lo apropiado. Nunca se debe tolerar ni permitir que los atajos, las verdades a medias (muy frecuente en nuestro país), y los oportunismos, ocupen el lugar de lo que es ético y legal. Estos actos de conveniencia o aparentemente inofensivos dañan a la empresa y a su prestigio, que constituye el basamento de su éxito.
La asunción de decisiones éticas es esencial para el éxito de toda empresa. Diariamente, los representantes toman decisiones tanto de magnitud como pequeñas que, en su conjunto, pueden representar un gran impacto en los resultados de las operaciones para la cultura de la empresa, desagregando que algunas decisiones son obvias y fáciles, otras no.
Cuando el empresario se enfrenta a unas decisiones difíciles, es útil un cuestionario que a continuación se esquematiza brevemente con la finalidad de ayudar a las repercusiones éticas de las decisiones propiamente dichas:
¿Es legal? Muy sencillo: si la acción es ilegal, es preciso abstenerse de realizarla. La empresa desaprobara cualquier acto en contra de la ley. Si se requiere información acerca de las leyes aplicables, es menester consultar a la auditoría interna o al mecanismo interno que se disponga.
¿Es consecuente con la política de la empresa? Si la acción propuesta no es correspondiente o no es coherente con las políticas de la empresa, abstenerse de llevarla a cabo.
¿Beneficiará a todas o la mayoría de las personas involucradas? ¿Quiénes serán los afectados por la decisión? ¿Es lo mejor para ellos? ¿Será posible analizar el problema ético con las partes posiblemente afectadas, antes de tomar una decisión?
¿Se podría revelar la decisión o actuación, sin escrúpulos, al gerente, a los directores, o al ejecutivo principal y a los accionistas? ¿Podría la persona que enfrenta el dilema revelar la decisión o actuación a su familia, sin escrúpulos? ¿Se sentiría cómodo si fuera publicada en los periódicos del país? Es preciso preguntarse si de todas maneras se realizaría la acción sabiendo que cada detalle aparecería en la portada del diario de la mañana.
¿Qué precedentes sienta la actuación, si es bien entendida? ¿Si no la interpretan correctamente?
Es necesario y útil recordar que el simple hecho de que una acción no vaya directa o claramente contra la ley o la política de la empresa, no significa necesariamente que sea ética. El proceso de evaluación para la toma de una decisión ética presupone, por supuesto para cuestiones complejas, un ejercicio interior de discernimiento (momento de profundo razonamiento), que permita a la persona optar por la decisión correcta con base en el buen sentido, en el bien común, que es distinto del sentido común.
Todo lo expuesto no apunta a que se pueda brindar respuestas definitivas a todas las preguntas, es preciso incluir el buen sentido, para buscar asesoramiento oportuno respecto de la conducta adecuada que se ha de adoptar.
(*) Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación, Escritor
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