Las aceras especialmente céntricas en la mayoría de nuestras ciudades se han convertido en los mejores sitios para desarrollar cualquier comercio, pero de manera especial el informal, que ha crecido desproporcionalmente y es la causa del caos generalizado que altera la seguridad y comodidad ciudadana.
Sólo las calles de los sectores apartados del centro se salvan en parte de la presencia del comercio, aunque si se observa con detenimiento siempre se encontrará cualquier tipo de negocio callejero que se instale hasta en los lugares más insólitos de la ciudad. Hay una necesidad de sobrevivencia ante la falta de empleos y las aceras son parte de ese proceso de salvar el pan del día.
En las zonas aledañas a los mercados y en el contorno específico de estos centros de abasto, no hay aceras habilitadas para el tránsito de peatones, todas, sin exageración, están ocupadas en varias cuadras a la redonda por una variedad de comerciantes informales.
Las aceras sirven para todo, para extensión de almacenes, para instalación de kioskos que venden de todo, desde golosinas hasta comidas de tentador menú para los transeúntes, pero también hay zonas especiales en las que se instala una suerte de talleres, en algunos casos hasta peligrosos para quienes se animen a transitar eludiendo llantas, equipos de soldadura, carga de baterías y hasta lavado de vehículos, en otros lugares hay que evitar pisar llamativos tapetes que son un muestrario de bisutería y hasta llamativa orfebrería, es decir todos se dan modos para ganarse la vida, es su derecho, aunque en este caso vulnerando los que tienen y gozan los ciudadanos de a pie.
El hecho es que el espacio urbano que debe ser respetado para cumplimiento de normas específicas es mal utilizado por quienes hacen de la actividad informal su modo de vida, lo que convierte el asunto en un verdadero problema social que debería ser tomado en cuenta por las autoridades superiores para cambiar el cuadro crítico y caótico de trabajar en las calles por otra situación que signifique seguridad laboral con salario digno y en apropiados ambientes.
Pero esta temática tiene sus connotaciones especiales en los niveles políticos donde se tratan los “problemas sociales” y resulta que por lo visto, este sector ciudadano que es parte de la informalidad es el que no genera problemas a las autoridades superiores, no exige beneficios sociales, no tendrá problemas con el segundo aguinaldo pues el primero se lo agenciará aumentando el precio en el comercio que tiene o en los servicios que presta, consiguientemente el único problema que ocasiona es el despojo de espacio ciudadano en las aceras y hasta en las calzadas. Pero ojo, aunque se proteste en el nivel municipal, salvo pocos casos por estar muy lejos del centro, este comercio informal paga tributo municipal y se trataría de un ítem que tiene su peso en la economía comunal.
Como puede apreciarse el asunto no es de simple solución, de ahí que nos encontremos permanentemente ante frustrados operativos municipales para despejar las calles, especialmente las aceras de comerciantes informales. Son miles de fuentes laborales que faltan y esa relación debería tener el INE a nivel de todos los distritos para establecer realmente cuál es la incidencia de la informalidad laboral en el país, para delinear políticas que eliminen este mal que no altera las actividades del poder central, tan sólo desubica a la gente de las aceras que le corresponden.
Fuente: LA PATRIA
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