Lunes 25 de noviembre de 2013
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Todos los bolivianos conocen de cerca o por referencia histórica la decisiva acción de Domitila Chungara para restablecer la democracia. Su lucha y convicción fue frontal y honesta sin variantes ni prebendas porque en su alma bullía el reconocimiento que los pueblos deben vivir bajo la premisa de la delegación del poder por el pueblo.
Más allá de la puntualización de los hechos heroicos que concibió y los hizo realidad para la consecución de su elevado objetivo, es importante analizar la estructura de una mujer excepcional: desde muy joven apreció, sin recursos de una educación espléndida, la incidencia en la vida de los humanos de la autoconciencia, su inclaudicable preocupación por el desarrollo y ejercicio de la libertad como valor intangible imprescindible para la fundamentación de la razón del ciudadano, entendiendo perfectamente que la repetición de las dictaduras es un desandar en la cultura de los pueblos e incentivando a las capas sociales a participar activamente en el propósito de percibir el interés colectivo.
Ella entendió que desde el contexto familiar se pueden enraizar ciertas tendencias inevitables que acompañan a la democracia, refulgentes con vigor en su ser como algo irremplazable que orientaba su vida. Domitila movilizó todas sus energías vitales en aras de la democracia pero lo hizo con extrema nobleza renunciando a aspiraciones personales, neutralizando su ímpetu para entregar a las masas el ejercicio de esa energía a través del voto.