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Domingo 24 de noviembre de 2013

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

El latín en el Perú

24 nov 2013

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Nadie podrá decir que el tema del latín en el pasado latinoamericano goce de popularidad alguna o, por lo menos, de cierto interés universitario. Y aunque esto vale, elevado a la quinta potencia, si lo aplicamos a Bolivia, quien quiera podrá respirar más tranquilo cuando le digan que tenemos amplia compañía. Y es que, con sus más y sus menos, el diagnóstico encuentra verificación en el conjunto del planeta. Aparte otros argumentos de mayor finura, ¿quién podría interesarse cabalmente por ‘lo latino’ cuando una feroz crisis tiene atenazado medio mundo ‘culto’?

Y sin embargo, en el vecino Perú acaba de salir una obra seria que se propone enfocar ese tema, como podemos comprobar ya desde su mismo título: El latín en el Perú colonial. Diglosia e historia de una lengua viva (Lima, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos – Pakarina Ediciones, 2013), 373 p. La obra es fruto del trabajo de la Dra. Ángela Helmer, quien después de residir un tiempo en Alemania, se trasladó a los Estados Unidos y allí cursó estudios de lingüística y literatura en la Universidad de California en Los Ángeles); y en ella se ha doctorado en Filosofía: para ello ha defendido la tesis que está en la base del libro que trataré de presentar.

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La arquitectura de la obra resulta clara. La primera parte está dedicada a aclarar el concepto de ‘diglosia’: su origen, variaciones conceptuales que ha conocido, su poder explicativo de ciertas situaciones lingüísticas, aplicabilidad a la situación colonial peruana. La segunda se centra en la sociedad peruana durante la época colonial, con especial atención a la educación y a la cultura. La tercera hace un recorrido por la historia de la lengua y la cultura latinas, desde su nacimiento en el Lacio romano, su expansión de la mano del Imperio, su supervivencia tras el derrumbe imperial, hasta su recomposición renacentista y su llegada a América con los conquistadores. La cuarta constituye el núcleo del aporte de la autora: por una parte resume los resultados de su investigación, sin olvidar las dificultades y problemas que ha tenido que superar; por otra, presenta, transcribe y traduce cuatro pequeñas muestras del neolatín peruano (de los siglos XVIII-XIX).

Finalmente, la obra se cierra con dos anexos: 1) el catálogo del corpus textual identificado; 2) las reproducciones facsimilares de los cuatro textos escogidos ya mencionados. Conviene subrayar que el mayor aporte de la monografía reside en el primer anexo: ya nos lo dice su considerable extensión de más de cien páginas (pp. 191-302); pero también su propia naturaleza: se trata de las fichas de 504 textos identificados y ubicados en diferentes bibliotecas; y la autora insiste una y otra vez que no pretende haber agotado este filón, pero se limita a incluir lo que conoce ‘experimentalmente’ (como diría nuestro Moreno).

Conviene insistir en lo que acabo de decir: este inventario de medio millar de piezas impresas es el mejor aporte que deja el libro de la Dra. Helmer. Lo pienso porque así establece un punto de partida tangible y sólido para el desarrollo de los estudios neolatinos peruanos. Y que esa base pueda ampliarse con otros materiales no le quita ni un ápice de la utilidad que ya presta desde ahora. Tampoco podemos perder de vista que este inventario sólo incluye textos impresos: cabe prever, por tanto, que las adiciones de textos manuscritos son, más que posibles, probables y esperables; y estas dimensiones de crecimiento son claramente imprevisibles, pues dependen de prospecciones serias en archivos y bibliotecas, tanto del Perú como de otros países.

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Hasta aquí he procurado dar una información lo más escueta y objetiva posible sobre el contenido de la obra de la Dra. Helmer. Y en este sentido, lo dicho no corresponde propiamente a mi ‘punto de vista’, sino a lo que ofrece la obra misma. Sin embargo, creo que el lector (del libro, pero sobre todo de este artículo) tiene derecho a esperar algunas opiniones de otra naturaleza, pues de otra manera no podría hacerse una idea ajustada a la realidad. Con la misma franqueza, pues, con que he destacado el valor de la investigación de la Dra. Helmer, debo mencionar también algunos hechos y características que me parecen prestarse a la perplejidad o a la disidencia. En mi enumeración no pretendo agotar la lista, pues me voy a limitar a los puntos que me parecen más claros.

Podemos empezar por la delimitación espacial de la investigación: la autora habla, desde el título, de ‘Perú colonial’; pero, de hecho, no sólo no abarca todo el territorio virreinal peruano, sino que ni siquiera alcanza a ocuparse del territorio actualmente ‘peruano’: de hecho, el libro habría merecido como título algo así como ‘el latín en Lima’. No hace falta explicar, pues, que tanto Quito como Charcas quedan fuera de la pesquisa de Helmer: parecería, pues, que no tanto ‘quedan’, sino más bien ‘los deja’ fuera de su consideración, pues de su trabajo parece claro que lo ha hecho con evidente conciencia. No diré que sea una opción ilegítima; lo que encuentro a faltar es, primero una justificación razonada de tal opción; luego, un ajuste de las etiquetas a las realidades, evitando ambigüedades o malentendidos.

Al respecto cabe recordar que acabo de aludir a un antiguo contencioso conceptual, cultural e histórico que se viene arrastrando sobre los ‘derechos de herencia’ entre el Perú republicano y las repúblicas que otrora formaron parte del mismo virreinato, pero luego han entrado en el régimen republicano con otras etiquetas. Pero más allá de las ‘cuestiones de nombres’, me parece importante que unos y otros tengamos claras las realidades y las respetemos en nuestros respectivos intereses preferidos; pero, sobre todo, que en la investigación territorialmente sectorial, no perdamos de vista el espeso tejido de relaciones vigente en la época de estudio.

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Tomando la obra en sus propios términos, me parece claro que, a la hora de ofrecernos un análisis transversal de las diversas áreas de existencia de la lengua latina en la sociedad colonial limeña, la Dra. Helmer se queda por debajo de lo que cabía esperar de sus intenciones anunciadas. Porque, dejando de lado lo que sólo puede tomarse como los antecedentes, el marco social e intelectual, materia de la parte o capítulo II (“Sociedad”, pp. 69-95); o el otro anticipo estadístico, a vista de pájaro, de los sectores temáticos cubiertos por el corpus / inventario (pp. 116-136), cuando finalmente esperaríamos llegar al objeto de estudio propiamente dicho, es decir a la parte o capítulo IV (pp. 139-182), fuera de las consideraciones metodológicas sobre el desarrollo de su investigación (pp. 141-147, que por cierto no están huérfanas de interés), resulta que a la hora de las ‘nueces’, apenas sí encontramos la semblanza de Peralta y Barnuevo (pp. 147-148) y la transcripción de los cuatro breves textos latinos seleccionados, con sus respectivas traducciones de la autora (pp. 150-182) y, más adelante, entre los anexos, su reproducción facsimilar (pp. 303-355).

Creo francamente que ni la autora ni nadie podría pretender que con esta obra se ha hecho justicia al tema prometido. Y creo que la causa de todo está en que, en lugar de haber seleccionado un sector (temático, cronológico, institucional, genérico...), ha querido abarcar demasiado. Esto sólo habría sido plausible en una monografía fruto maduro de la dedicación de varios lustros y por parte de quien también hubiese llegado a la madurez. Detalles incompatibles con un doctorando. Quizás así pueda entenderse mejor porque más arriba he considerado el corpus / inventario textual como el fruto más sólido de esta monografía.

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Quiero acabar esta valoración preliminar del libro de la Dra. Helmer con otra observación crítica. Se refiere a la parte o capítulo I, bastante extenso (pp. 27-67) y dedicado al tema de la ‘diglosia’, concepto fundamental en la socio / etno / lingüística. No entraré a discutir si la reconstrucción de la evolución del concepto, con sus meandros, refleja objetivamente la realidad; en cambio, sí me parece excesivo el espacio que le ha dedicado. En cuanto a la premisa en que Helmer apoya su descripción del latín colonial ‘peruano’ (la de que en él se verifica la noción de ‘diglosia’), creo que habría bastante que debatir, aun sin entrar en las discrepancias internas entre quienes utilizan el concepto de diglosia. Resumiendo mi punto de vista, no acabo de ver que en la situación y funcionamiento del latín en la sociedad colonial limeña pueda verse verificado aquel concepto.

Por lo demás, creo que la Dra. Helmer exagera a la hora de definir el peso y la importancia de los espacios en que el latín ‘vivía’, dándole el estatus de ‘lengua A’; la razón definitiva para discrepar es que considero que en las sociedades coloniales iberoamericanas el latín nunca resultó culturalmente ‘necesario’ (salvo, claro está, en los pequeños nichos gremiales: eclesiástico o universitario). Y esto habría sido así porque Iberoamérica nunca formó parte viva de una ecumene que la trascendiera y en la que sólo pudiera integrarse mediante una lengua franca como la latina, neutral a las nacientes lenguas ‘nacionales’.

Con estas observaciones críticas no quisiera transmitir al lector la impresión de que la obra de la Dra. Ángela Helmer es un esfuerzo frustrado. Pienso que en el caso peruano esperábamos un primer esfuerzo en la materia. Ahora los progresos dependerán del acierto y entusiasmo con que la misma Dra. Helmer u otros se dediquen con constancia a desbrozar parcelas más reducidas del tema global. Y así la obra pionera de Helmer habrá cumplido con la función de abrir un campo de trabajo. Y por ello ya merece desde ahora nuestra gratitud.

Fuente: LA PATRIA
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