Sábado 30 de enero de 2010

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Como cada 28 de enero, dedico unas líneas a José Martí, el guerrero, el poeta y sobre todo el ser humano, quien nos enseñó que luchar por un ideal político es complementario al amor y a la defensa de la Libertad en su más amplio espectro.
Al contrario de otros héroes que presentan parámetros contradictorios entre su gesta pública y su vida privada, el patriota cubano unió en sí mismo un conjunto de valores que lo destacan como un Hombre, por encima de todo. Escribió: “Patria es humanidad, es aquella porción de humanidad que vemos más de cerca y en la que nos tocó nacer”.
Llegó al mundo en 1853 y le tocó una infancia y una adolescencia envueltas en el imperio español, aunque en el continente las naciones habían logrado su primera independencia. Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano en cuyas filas estaban otros intelectuales convertidos en guerreros por la urgencia de liberar a la patria oprimida. Murió en combate sin alcanzar a disfrutar la victoria.
Empuñar las armas fue tan sólo una faceta, la más corta. José Martí fue en primer lugar poeta, poeta del amor a la madre, del amor a la amada presente o ausente, poeta para contar cuentos a los niños y poeta comprometido, sincero que ama a la palma y a la mar, hombre bueno y como bueno “morirá de cara al sol”. “Mírame madre y por tu amor no llores, si esclavo de mi edad y de mis doctrinas, tu corazón mártir llené de espinas, piensa que en las espinas nacen flores”. Escribió contra el tirano, contra el poderoso. “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”.