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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 La sangrienta construcción de la hegemonía estadounidense en el mundo - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La sangrienta construcción de la hegemonía estadounidense en el mundo
21 nov 2013
Por Adhemar Ávalos Ortiz
Durante más de un siglo, tal vez desde el fin de su guerra civil de los años 60’s del siglo XIX, los Estados Unidos de Norteamérica se han ido constituyendo y consolidando como una superpotencia hegemónica, aquella que a partir de su poder en todos los ámbitos de la realidad, especialmente económico y político-militar, ha sabido imponer su voluntad a casi todos los países del mundo. Y son las guerras, especialmente la Primera y Segunda mundiales, las que han permitido al imperio acumular recursos, vía interna y externa (despojo) para constituirse en el gendarme universal. No obstante no se ha tratado de un rumbo fácil, ya que estuvo plagado de peligros y contradicciones, de hechos históricos que dejaron su impronta en el establecimiento de un dominio, el más colosal que haya conocido la Humanidad en su no tan largo transcurrir de apenas unos miles de años, signados por brutalidades que han hecho de la especie humana la más depredadora y cruel en la naturaleza, la única capaz de eliminar sistemáticamente a sus propios congéneres en conflictos cotidianos.
Las usurpaciones a México y las compras astutas de territorios solamente fueron una pequeña muestra de las desmedidas ambiciones de los llamados “gringos”, los que indudablemente llegaron a poseer una ilimitada capacidad de producción y desarrollo tecnológico, llevando al máximo los logros de la Revolución Industrial, pero no para beneficio de la población del planeta en su conjunto, ni siquiera para la de su propio país, sino para la satisfacción de las ambiciones de grupos oligárquicos. Ya en 1898 desafiaron a la venida a menos Corona española y la llevaron a una guerra de despojo que les permitió apoderarse de Filipinas y Puerto Rico, además de hacer de Cuba una virtual colonia. El inicio del siglo XX mostró a los dueños del poder en Washington en la cumbre de su poder local y regional. Los grupos monopólicos de J.P. Morgan, John D. Rockefeller y Henry Ford se lanzaron a una guerra despiadada por la conquista de nichos de poder económico en los propios Estados Unidos, pero ahora debían ir a la conquista del mundo entero, empezando por su patio trasero. Ni la crisis de 1929 pudo frenarles, al contrario, les permitió reformarse para afrontar en mejores condiciones los desafíos de la expansión del capital en un mundo siempre cambiante y volátil.
La Primera Guerra Mundial fue la oportunidad de oro que les lanzó a la palestra como superpotencia, al costo de una Alemania humillada y de una Francia orgullosa de logros de barro, premisas de una nueva guerra que sobrevendría de manera más terrible aún. Y se prepararon muy bien para esta futura conflagración. Es cierto que Hitler se les desbocó, lo tenían como instrumento para eliminar al comunismo de la faz de la Tierra, pero las cosas resultaron de manera diferente en la Segunda Guerra Mundial. La invasión de Europa la postergaron hasta lo último, esperando que los dos colosos, Alemania y la URSS, se destruyan mutuamente y acepten sus condiciones leoninas de paz. No obstante el avance inesperado del “oso siberiano” y sus victorias continuas les obligaron a intervenir para no perder por lo menos una parte de lo que habían planeado meticulosamente los “cerebros del Pentágono” y sus alter ego civiles. Al final se tuvieron que conformar con un mundo bipolar debido a los avances del sistema socialista, sin embargo, para allanar el camino, mataron a cientos de miles de civiles en el horno nuclear de Japón. La vida humana no les interesaba, solamente el lucro.
El proceso de acumulación socialista duró décadas, pero no estaban dispuestos a permitir una mayor expansión de sus odiados enemigos. En la Guerra de Corea arrastraron a la ONU, una organización desprestigiada profundamente a partir de inmiscuirse en una guerra civil de carácter interno. Como consecuencia murieron millones de coreanos y chinos (que acudieron en auxilio de sus hermanos ideológicos), además de decenas de miles de sus propios soldados. No estaban dispuestos a que las cosas se les fueran de las manos. La guerra contra el comunismo se había convertido en la razón fundamental de su vida y se prepararon muy bien para ella en todos los ámbitos: militar, político, ideológico, económico y cultural. El imperialismo estadounidense, el que generalmente llaman norteamericano de manera errada, se lanzaba al combate total.
(*) Politólogo
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