Miercoles 20 de noviembre de 2013
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Hay conductas que especialmente en tiempos pre-eleccionarios se presentan y es la inconsecuencia partidaria; la deslealtad e inclinación al fácil transfugio de militantes de partidos o grupos políticos. Esas personas que la experiencia muestra sólo perseguían situaciones que permitan figuración y fácil enriquecimiento.
En el lenguaje simple se define a esas personas como propensas al “camaleonismo” o la forma fácil de cambiar de color para mimetizarse. En muchos militantes de partidos políticos cambiar de color, de partido, de bandera o de posición ideológica es simple, fácil, normal. Lo hacen tan sólo con endilgar faltas o delitos al partido al que perteneció; para abandonarlo no trepidan en mostrar que fue inconsecuente con sus propios principios y que él, el tránsfuga, “por lealtad a sus convicciones” no podía permanecer en ese partido que “traicionó sus ilusiones y aspiraciones”.
Claro está que, especialmente en el llano y lejos del maravilloso poder, no se puede cosechar dividendos que la ambición querría satisfacer rápidamente y, como tardan los tiempos de las cosechas, resulta más productivo acomodarse, acoplarse al posible ganador de una justa electoral o, en casos, a quienes muestran más ventajas o posibilidades futuras.
