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Domingo 17 de noviembre de 2013

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Revista Dominical

El examen una microfísica del poder

17 nov 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Nestor Suxo Ch.

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En el sistema educativo, sea primario, secundario o superior, no existe proceso enseñanza aprendizaje que no considere al examen escrito u oral como modalidad única de conocimiento, y a pesar de repetir teorías del aprendizaje significativo o constructivista se sigue dando vueltas sin sentido alrededor del examen.

La palabra examen, según el diccionario Latino-Español, significa “investigación“; sin embargo, adscrita a una tradición educativa y sustentada en el conocimiento científico disyuntivo y unidimensional, connota una ritualidad de objetivación del sujeto educando anonadado por la idea de la (híper) especialización.

Foucault, al rastrear los siglos XVII y XVIII, descubre que no solamente se encerraban a vagabundos, enfermos, locos e indigentes sino también y de forma discreta y eficaz a los niños, de modo que las instituciones educativas funcionaban con modelos carcelarios y de conventos. Así la escuela nace al mismo tiempo y bajo la misma estructura que el panóptico y el hospital, de ahí que el niño, el loco, el delincuente o el enfermo necesiten de los medios del buen encauzamiento, sobre todo el niño, porque es el que está más individualizado por las normas de la disciplina y ligado a un mecanismo de “ejercicio del poder [y] cierto tipo de formación de saber” (:192). Conviene subrayar saber y poder. Con la escuela se ha “organizado una nueva economía del tiempo de aprendizaje. Ha hecho funcionar el espacio escolar como una máquina de aprender, pero también de vigilar, de jerarquizar, de recompensar” (:151). Es decir, el castigo físico se trastrueca en el encierro del cuerpo, en el que la disciplina está presente tanto en los recintos de aplicación como fábricas, cárceles, manicomios y hospitales como en recintos de explicación como la escuela. En ambos casos se controla el espacio y a los individuos según criterios de localización y funcionalidad; este doble control coincide con el surgimiento de la pedagogía, psicología, psiquiatría y criminología que, entre otras ciencias, se caracteriza por el examen como operación que mide el saber alcanzado sin dejar de ser, al mismo tiempo, mecanismo de inspección y ejercicio de poder.

El espacio educativo

y el alumno

La escuela, semejante a la infraestructura de la cárcel y hospital, es lugar del encerramiento y empotramiento del educando donde sus ideas previas son cuestionadas y trucadas por las del sistema. Es precisamente el lugar operador del encauzamiento de la conducta de los educandos; en ella, afirma Foucault: “reina una verdadera micro penalidad del tiempo (retrasos, ausencias…), de la actividad (falta de atención, descuido, falta de celo), de la manera de ser (descortesía, desobediencia), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes, incorrectas, gestos impertinentes, suciedad) de la sexualidad (falta de recato, indecencia)” (:183).

El estar-en-la-escuela no es así nomás va a la par de una maquinaria pedagógica; así, si de los exámenes hospitalarios nace la ciencia médica, de la escuela surge la “pedagogía que funciona como ciencia” (:192); al principio fundada en el conductismo, luego en el constructivismo. En esa maquinaría pedagógica, el alumno lleva tantas asignaturas que no harán sino fragmentar lo complejo del conocimiento. De ese modo, la escuela se convierte en un espacio del discurso pedagógico fragmentario, lineal y disyuntivo o, lo que es lo mismo: “…la escuela pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de enseñanza” (:191) donde prima lo memorístico en vez del pensar; de ahí que lo gravísimo de nuestra época, dice Heidegger en ¿Qué es el pensar?: “que todavía no pensamos; ni aún ahora, a pesar de que el estado del mundo da cada vez más que pensar” (: 10).

En el proceso enseñanza aprendizaje bancario, el alumno es el que no sabe, por ello requiere que lo llenen de conocimiento, y si no sabe quiere decir que carece de poder; es más, simplemente no-es. En ese orden se evidencia un no-saber, no-poder y no-ser; es esa la modalidad de la trilogía básica de la microfísica del poder que refiere Foucault y; si algo llegan a saber los alumnos no será para-ser, sino para ser dominados porque “su iluminación garantiza el dominio del poder que se ejerce sobre ellos” (:192). El alumno no es sujeto, sino objeto del acto educativo: ¿Por qué no es? Sencillamente porque no sabe, entonces, deviene en objeto de la mirada cosificadora, clasificadora y descalificadora de quien sabe y tiene poder, así se asiste al surgimiento de una pedagogía de alumnos buenos y malos; de unos que merecen premios y otros castigos. Modalidad básica del querer saber no es sino el examen; no obstante, genera en el alumno un proceso objetivante y cosificador. Ese es el escenario de la mirada normalizadora contra el que no sabe, por ello: “el castigo… no es sino un elemento de un sistema doble: gratificación-sanción” (:185); y el examen en ese contexto carcelario “equivale a la ceremonia de esta objetivación” (:192).

El examen y el proceso de objetivación

En el proceso enseñanza-aprendizaje, el examen es recurrente para medir cuánto se ha mecanizado, significa el proceso ritual de sanción normalizadora, más que un castigo físico, es la peor humillación en tanto “mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar” al estudiante (:189). En esa ritualidad del examen, más allá de las expresiones del poder como “fila de uno”; “carpetas al suelo” subyace en el fondo del inconsciente una maquinaria que considera al sujeto educando “como objeto y efecto de poder, como efecto y objeto de saber. Es el que, combinado vigilancia jerárquica y sanción normalizadora, garantiza las grandes funciones disciplinarias de distribución y de clasificación, de extracción máxima de las fuerzas y del tiempo, de acumulación genética continua, de composición óptima de las aptitudes” (:197).

El examen un rasgo del dominio del conocimiento científico connota la microfísica del poder, de un saber del dominio del sistema educativo, de ahí que saber y poder sean la dupla metodológica que ciega y atrofia, abstrae y parcela el conocimiento complejo aniquilando toda proyección humana, la antro poética, y que en esa tecnología del examen “se encuentran implicados todo un dominio de saber, todo un tipo de poder” (:190).

Las instituciones disciplinarias como las escuelas, cárceles y hospitales despliegan una maquinaria de control que funciona como un “microscopio de la conducta” que vigila y castiga. En ellas se instituye una tecnología de la observación, registro y encauzamiento de la conducta donde el objeto educando, al igual que el delincuente, loco y enfermo, tiene que ser clasificado, registrado en un historial académico. No se olvide que los tres individuos tienen sus historiales, prontuarios o libretas gracias al ritual del examen. Así, una vez codificado y registrado, fichado y fechado, juzgado e individualizado, el educando es susceptible de ser medido “como objeto descriptible, analizable” para luego ser sometido a “un sistema comparativo que permite la medida de fenómenos globales, la descripción de grupos… la estimación de las desviaciones de los individuos” (:195).

Y finalmente: “El examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada individuo un ‘caso’, un caso que a la vez constituye un objeto para un conocimiento y una presa para un poder” (:196) como dice Michel Foucault (1989) Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión.

Fuente: LA PATRIA
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