Viernes 15 de noviembre de 2013
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Editorial y opiniones
Los Estados Unidos de Norteamérica: Un imperio expoliador y criminal
15 nov 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
En la historia de la Humanidad, de apenas 100 mil años en su versión “homo sapiens”, hubo pocos imperios o estados tan poderosos y aborrecibles como el de los Estados Unidos de Norteamérica. Nacieron en 1776 con principios de libertad y respeto a los derechos humanos, pero lo que no dijeron en su Constitución es que se refería a los exclusivamente propios, y más aún a los de los poderosos económica y políticamente. Desde un pequeño territorio de lo que hoy es Norteamérica, después de haber expulsado a sus hermanos ingleses, empezaron una guerra continua y bárbara de expansión hacia el Oeste al costo que sea, sustentada por los colonos originales y sus descendientes, y ampliada por millones de migrantes, impregnados de las ambiciones más viles, en su disposición absoluta a olvidar los años de miseria de sus países europeos y a conquistar al costo más sangriento la riqueza ansiada, aún al de otras vidas humanas.
A México le arrebataron, aprovechándose de sus guerras internas y de su debilidad estructural, un territorio equivalente al 60 % del que hoy detentan (California, Nuevo México, Arizona, Texas, Colorado, Nevada y Utah, además de Oregón) con sus inmensas riquezas naturales. Lo que no pudieron conquistar por las armas, lo compraron (Florida, Luisiana, parte de Oregón, Washington y Alaska) por ínfimas cantidades de dinero que requerían con urgencia reyes dilapidadores. Y como las tribus de indígenas, que habían ocupado Norteamérica desde hace miles de años, les estorbaban en la explotación angurrienta de la carne de los búfalos, el oro, la plata y el cobre, entre otros, las exterminaron sistemáticamente con una crueldad infinita, pero también recibieron su respuesta con múltiples matanzas. Así, los Estados Unidos de Norteamérica se han forjado sobre la base de un mar de sangre propia y ajena. Los pistoleros, cuatreros, tahúres, estafadores, tinterillos, mercachifles, prostitutas y, principalmente, los expoliadores de tierras y minas, arrebatadas sangrientamente a sus dueños, convirtieron el país en un verdadero infierno por muchas décadas del siglo XIX, las del llamado “far west” o Lejano Oeste, forjando un auténtico imperio del crimen.