Para nadie es un secreto que las inversiones de capitales financieros, tecnológicos y humanos determina el desarrollo de los pueblos. En Bolivia se espera, desde hace muchos años, que el gobierno apruebe una nueva Ley de Inversiones que garantice la llegada al país de inversionistas que, según el embajador francés, esperan ese instrumento jurídico. A las expresiones del diplomático galo se añaden las expresadas por el representante de la Unión Europea que dijo que esa ley, comprometida por el gobierno, garantizaría seguridad jurídica a las empresas extranjeras interesadas en trabajar en el país.
Muchas veces, tan sólo verbalmente, el propio Presidente de la República expresó que el gobierno querría y garantizaría la inversión extranjera; pero, hay que convenir en que para quienes poseen dinero y tecnología, no son suficientes las palabras y que se requiere un instrumento jurídico en base al que se puedan firmar los contratos respectivos. Similar criterio hay en los posibles inversionistas bolivianos que están en “status quo” desde hace muchos años y que no pueden avanzar en este campo tan importante para el desarrollo nacional.
Para generar riqueza es preciso invertir no sólo capitales financieros sino tecnológicos y humanos; esas inversiones, en el rubro que sea, tardarán tiempo en producir frutos; aparte de ello, esa acción en que puedan empeñarse inversionistas nacionales y extranjeros contando con las garantías jurídicas necesarias, darán lugar a disminuir las altas tasas de desempleo y, en muchos casos, implicará que los empresarios de las drogas no aprovechen tanto como lo hacen, la ausencia de empleo en el país y dan trabajo a personas que se encuentran desde hace años en condiciones de desocupados y, lógicamente, con necesidades a cubrir su propia vida y las de sus familias.
Muchas veces, cuando se trató de conseguir la “comprensión y ayudas” de la comunidad internacional, se habló de la urgencia de que los programas de cooperación se concreten con inversiones y no con la simple entrega de dinero; lamentablemente, la mayoría de nuestros gobiernos no han entendido el viejo axioma chino: “No me des peces para comer sino enséñame a pescarlos” y son las inversiones las que darán lugar a que de alguna manera prescindamos de ayudas que, si bien nos cooperan a salir de situaciones difíciles, mayor bien harían invirtiendo.
Muchas veces, a nivel diplomático se dice que hay intención de invertir, con las debidas garantías para “coadyuvar al progreso de Bolivia” y la verdad es que quienes inviertan, también se beneficiarán con los réditos que conlleve su inversión tanto en la producción como en las utilidades que, si desean, podrán reinvertir en el país o llevarse a sus países.
Es urgente que el gobierno acelere la aprobación de la Ley de Inversiones que, se supone, está “sólo para firma” desde hace varios años; posponerla es perjudicar más al país y evitar generación de riqueza que beneficie y agrande nuestro panorama económico-financiero.
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