El problema es parte de la ausencia de respeto al ordenamiento legal del sistema de ventas que impera en nuestra ciudad, en la que por ordenanzas existentes está prohibido que se instalen comercios callejeros, sin embargo la costumbre ciudadana de comprar en la calle, da vida a un comercio ilegal, informal y por lo mismo infractor del ordenamiento urbano.
Días atrás con motivo de efectuar refacciones en el interior del Mercado Campero, uno de los más concurridos de la ciudad, una buena cantidad de comerciantes con puestos instalados regularmente en el interior de ese centro de abasto tuvieron que ingeniarse para vender en la calle, menos mal que estos retornaron a sus “puestos” y se normalizó el funcionamiento de ese importante mercado con algunas mejoras para comerciantes, pero de manera especial para la ciudadanía.
Sin embargo, persiste la ubicación de puestos de venta en las cuatro cuadras que rodean al Mercado Campero, ocupando propiamente un 50 por ciento del espacio que debería servir al desplazamiento vehicular, en un sector altamente conflictivo por el congestionamiento vehicular que produce el servicio de transporte público.
En todo caso la costumbre ciudadana de comprar en la calle, facilita ese comercio irregular aún poniendo en peligro la integridad de compradores que se dan modo para eludir cual hábiles toreros a los motorizados en circulación. Es un hecho cotidiano que refleja la actitud irregular en que incurre el común de la población y todo gracias a que no hay medidas contundentes para encarar la desaparición de los puestos callejeros.
Ahora bien, la solución no es tan simple en tanto no se amplíen y remodelen los antiguos mercados, como el Campero y el Fermín López, cuya estructura en sus bases y por su antigüedad, servirían muy bien para edificar más de un piso sobre lo que ya existe. Habrá molestias y en ese caso se justificarán puestos en las calles, sabiendo que luego del sacrificio común el ordenamiento de comerciantes será una obligación ineludible para que las vías de circulación queden limpias de comerciantes y la ciudadanía recobre su derecho y actitud responsable de comprar dentro los mercados y no fuera de ellos.
Ésta solución sin embargo, es parte, importante desde luego para despejar algunas calles, pero lo definitivo y concreto para eliminar el caos del comercio callejero, es la construcción del Mercado Central, con lo que se entiende no debería quedar ni un solo comerciante callejero, ni tampoco permitir el “alargue” arbitrario de los puestos de venta de almacenes en las aceras.
En el momento actual, no sólo en nuestra ciudad, sucede también en las otras, aunque con menor porcentaje de vendedores irregulares pero lo que no varía es que una gran cantidad de la población se acostumbró a comprar en los puestos de la calle, quien sabe por comodidad, o en la creencia de que ahorra en precio o simplemente por la desidia de ingresar a los mercados y ubicar las secciones determinadas para proveerse de lo que necesita. Una vez que se reorganicen los mercados, deberán aplicarse medidas correctivas con los malos compradores, de modo que se elimine la mala costumbre de comprar en cualquier parte.
Hay un marcado incumplimiento de las normas legales, producto de las malas costumbres vigentes por necesidad y obligación circunstancial. El reordenamiento de los mercados podría ser un buen anuncio y compromiso cuando se cumple una celebración del sector. Estos proyectos merecen prioridad presupuestaria.
Fuente: LA PATRIA
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