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Domingo 10 de noviembre de 2013

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Cultural El Duende

Mirar desde las estrellas

10 nov 2013

Fuente: LA PATRIA

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En una novela de Benito Pérez Galdós llamada “Realidad” el personaje central, Orozco, ha descubierto la infidelidad de su mujer. Veamos sus reacciones.

Orozco no quiere caer en la pasión del resentimiento, de la necesidad de venganza; no quiere sufrir. Lucha contra esas emociones. Pretende conservar la frialdad de la razón. ¿Qué es la infidelidad? ¿Qué es la fidelidad? Son todos elementos pasionales indignos de una mente fría, racional. Así se habla a sí mismo:

“Fuera locurillas impropias de mí. Los celos, ¡qué estupidez! Las veleidades, antojos o pasiones de una mujer, qué necedad raquítica. ¿Es decoroso para el espíritu de un hombre afanarse por esto? No: elevar tales menudencias al foro de la conciencia universal es lo mismo que si, al ver una hormiga, dos hormigas o cuatro o cien, llevando a rastras un grano de cebada, fuéramos a dar parte a la guardia civil y al juez de primera instancia. No; conservemos nuestra calma frente a estas agitaciones microscópicas, para despreciarlas más hondamente… Que nadie advierta en ti el menor cuidado, la menor pena por lo que ha ocurrido en tu casa. Para tus amigos serás el mismo de siempre”.

Orozco parece ascender a los cielos de lo universal, pero la vida social es lo que más le interesa. Para huir de los celos, se desliga en general de todos sus sentimientos. Todo da lo mismo, el amor; el desamor, la tradición, la fidelidad. Orozco ingresa en una actitud de amoralidad. No es altura lo suyo, es simplemente uniformidad, total ausencia de todo valor y de toda moral, nada vale la pena. Mira la noche y hace esta reflexión:

“Cómo lucen las estrellas. Qué diría esa inmensidad de mundo si fuesen a contarle que aquí, en el nuestro, un gusanillo insignificante llamado mujer quiso a un hombre en vez de querer a otro. Si el espacio infinito se pudiera reír, ¡cómo se reiría de las bobadas que aquí nos revuelven y trastornan!”

Orozco supera los pesares de Orozco encaramándose a la Idea del hombre y así deja de ser él mismo. La verdad consiste en esa alquimia, que Hegel aprendió de Spinoza: mirar las cosas “sub specie aeternitatis”, desde el punto de vista de la eternidad, desde las estrellas, un punto de vista que sería Dios, y que Hegel llamó Idea, o Absoluto.

Según Hegel, ese ascenso es filosofar. Despojarse de las pasiones, del sí-mismo, para alcanzar la idea-misma.

–¿Y qué se gana con eso? –preguntará usted.

–Pregúntele a Orozco, y verá…

Jaime Barylko (Argentina, 1936) en: La filosofía.

Una invitación a pensar

Fuente: LA PATRIA
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