Llega el día 31 de octubre, es un momento importante en la vida de las comunidades rurales. Es la celebración de todos los muertos en Todos Santos. Esta celebración es posible pueda tener sus orígenes antes de la llegada de los españoles y está lejos de la concepción católica de Todos Santos.
Nos referimos a las cronistas como Guamán Poma de Ayala y Polo de Ondegardo (en José Antonio Rocha, Ibíd., p.107), “noviembre era llamado Aya Marcay Quilla, el mes en que se rendía culto a los muertos. En este mes se acostumbraba sacar los cadáveres de sus bóvedas y se lo exponía al aire libre, poniendo junto a ellos alimentos y bebidas. Los cadáveres eran ataviados con los mejores vestidos y adornos con plumas en las cabezas. A su alrededor se cantaba y se bailaba. Se los colocaba en andas y se los llevaba de casa en casa, por calles y plazas...”
Esta festividad, al contrario de la fe católica se trata de una celebración para los muertos que viene desde las culturas precolombinas: hay una creencia que en ese día, están llegando las almas de los muertos a visitar a los vivos. Tienen un día libre para visitar a sus parientes. Entonces, para recibirlos, hay que hacer algo para ellos. Por eso, los dolientes previos a esta fecha preparan en su casa lo que más agradaba al difunto en vida: panes, uno o dos platos de comida, dulces, porque, cuando llega el alma, necesita muchas provisiones. Se cree que el alma lleva de lo ofrecido para sí mismo y para otras almas que no son recordadas por su familia. También, existe la creencia de que algunas enfermedades o desgracias serían causadas por las almas olvidadas, por lo que este “rito de paso” debe servir para buscar perdón y reconciliación con el alma del difunto.
En este caso el mito de la muerte se materializa a través de la acción simbólica del rito, que es la fiesta de Todos Santos. A través de su repetición, el tiempo queda abolido y crea un sentido de permanencia y eternidad, lo que nos permite entrar a un tiempo cíclico sagrado que evoca el mito. El rito cumple su función de reactualizar el mito al evocar tiempos lejanos. Y reactualiza. También sirve para abrir el tiempo para que surja algo nuevo. El rito da unidad y cohesión a la comunidad o las familias.
Por otro, existe una fuerte relación entre la fiesta de Todos Santos y el ciclo agrícola: en noviembre, la siembra esta ya hecha y la gente espera la lluvia. Los muertos pueden simbolizar a la sequía y ofrecerles comida y bebida es una manera de “dar vida” a las chacras recién sembradas.
Principalmente, son los dolientes que preparan estas ceremonias con más esmero, las familias que han perdido un pariente recientemente, porque los nuevos muertos son más que todo los destinatarios de las celebraciones. Posteriormente, los dolientes continúan preparando esta ceremonia por 2 ó 3 años después de la muerte de una persona de su familia, la magnificencia depende de los recursos de la familia doliente.
Después, se cree que el alma vuelve al mundo de arriba y los vivos se quedan recordando a las almas challando durante las costumbres.
En los pueblos, esta ceremonia dura tres días.
31/10: celebran los dolientes que han perdido niños o niñas, los “angelitos”. La mesa o la tumba es de color blanco.
01/11: al día siguiente levantan o arman la tumba los dolientes que han perdido personas mayores, la mesa es de color negro.
02/11: Este día todos van al cementerio a ofrecer rezos en los nichos, es para festejarle llevándoles adornos, flores, cruces con guirnaldas.
El día 31 de octubre y el 1º de noviembre, en las primeras horas de la mañana, los dolientes preparan una mesa, especie de altares llamados “tumbas” tiene forma de gradas ahí se coloca las ofrendas llamadas “t’anta wawas”, frutas, comidas que al difunto agradaba, bebidas como: gaseosas, cerveza, refrescos de grano, de quinua y/o refrescos de “ayrampu”, en lo posible también se coloca otros dulces a manera de adorno, caña de azúcar como símbolo de bastón que ayude al muerto a pasar los obstáculos al bajar a la tierra así como para volver, esta cañas adorna ambos lados de la tumba. Al medio se coloca una t’anta wawa grande que se llama cuerpo representa al difunto, a lado se coloca una escalera, al otro lado del cuerpo un caballo o una cruz, todos estos elementos están colocados cuidosamente. Las gradas significan que el alma está bajando en medio de los vivos.
En ambas fechas, para el mediodía todo debe estar listo con toda la comida posible que fue preparada por los dolientes, porque se cree que el alma ya sale de la casa a mediodía. Los dolientes invitan así a los familiares que viven alrededor de su casa para compartir la comida preparada para las almas. Los visitantes o rezadores, a cambio de las oraciones reciben, panes, t’anta wawas, tostado de maíz, panes en forma de rosca, maicillos, bizcochuelos y además de refrescos y en muchos casos un vaso de cerveza o chicha especialmente si son personas mayores. Los niños hacen gala de sus rezos, cantan estrofas de las canciones de “campanitas de Belén, tóquense con alegría…”, rezos llamados “benditos” y “padre nuestros” se repiten por doquier. Algunas personas de edad hacen oraciones en quechua y aymara llamadas yayayku. Para muchas personas que han comido el almuerzo en reciprocidad rezan largas oraciones y al finalizar en coro repiten “que se reciba esa oración”, el doliente de algún lugar le contesta “que se reciba”. Otras personas o grupos de rezadores que circulan de tumba en tumba a cambio de su oración reciben una t’anta wawas o un regalo de ofrendas en platos, luego pasan a visitar otros parientes de otros difuntos.
El día 2 de noviembre, el sacerdote ofrece una misa en el templo del lugar. Todos los dolientes acuden a la misa al llamado del campanario, adentro los nuevos dolientes colocan una mesa con mantel blanco o negro donde ponen sus cruces, los panes, la comida, panales, huevos cocidos, frutas y otros dulces que es preparado especialmente para esta ocasión. La comida que han llevado, después de la ceremonia, será un regalo para el mayordomo o encargado del cuidado de la iglesia. Después del acto ceremonial todos se dirigen al cementerio. Ya adentro colocan un mantel sobre los nichos o las tumbas. Colocan ordenadamente tostado de pasanqalla, la cruz que representa al difunto, los panes en forma de escalera, las t’anta wawas, aves, los dulces entre otros. Ahí es un desfile de rezadores, todos tienen que rezar por turno, a nadie se le niega rezar en la tumba, a cambio reciben ofrendas o t’anta wawas. El cementerio es un tumulto de gente que viene y va. La gente camina en grupos recompensando las tumbas con sus rezos. Muchas familias ven en Todos Santos una forma de juntar panes para llevar a sus casas o comunidades que les permitirá tener pan para el té o desayuno. Al finalizar la tarde, los rezadores se recogen llevando bultos y bolsas llenas de panes a sus casas.
Finalmente, los dolientes como signo de alegría de haber realizado este acto ritual y encontrado a los muertos, vuelven a sus casas bailando con banda de músicos quienes interpretan huayños de carnaval. También se dice que lo hacían antes con charangos tocando tonadas y zapateos.
En síntesis, podemos decir que la fiesta de Todos Santos es una ceremonia familiar pero también comunitaria donde se expresa la solidaridad enfrente de la muerte. Como para decir: “si la muerte llega hoy a una familia, ciertamente nos llegara todos...”
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