En el último tiempo la controversia parlamentaria en los Estados Unidos (EE.UU.) entre Obama y los extremistas del partido republicano, se ha intentado explicar de diferentes maneras. Personalmente ejercité un par de variantes, ahora quiero intentar una nueva aproximación al tema a través de trazar un paralelo con el Cercano Oriente.
Antes de entrar de lleno en el tema, una explicación: Todo lo que somos es cultura y todas nuestras relaciones son políticas.
En el Cercano Oriente los países de la “primavera democrática incluida Siria, son mesas de ensayo sociológico. Si esos estados se monoculturizan no tendrán cabida otro tipo de ideas porque serán consideradas “contra” y el poder las ubicará en el contexto conspirativo, una buena manera, además, de explicar el atraso, la desigualdad y la inequidad. La culpa la tiene el otro o el imperialismo o el judaísmo o el musulmanismo.
Los años de oro de mundo árabe/musulmán entre los 700 y 1.200 fueron un jardín de ideas, religiones y culturas, una paleta de etnicidades, hasta que llegaron las cruzadas. Dos ejemplos: El Andaluz y, ¿por qué no? Sarajevo hasta que las guerras interétnicas. Pienso que la guerra de Siria y el destino de Irak están entrelazados con la búsqueda de paz de Irán, la existencia de un estado palestino y, sobre todo, la con vivencia entre chiitas y sunitas.
Los monoculturistas son los terroristas de Al Qaeda y en política el partido de Dios (Hezbollah). En el pasado el Líbano tenía una expresión política chiita llamada Amal, un partido como el de Erdogan de la Turquía de hace tres años. En 1980 apareció una nueva rama chiita, radicalizada por el conflicto con Israel, ese es el origen de Hezbollah. En 1992 maquilló su sello extremista participando en las elecciones, pero se negó a entregar sus armas, “las necesitamos para luchar contra Israel”.
Hezbollah está luchando en Siria codo a codo con Assad, en ese territorio usa sus armas, igual que al sur del Líbano desde donde se hostiga a Israel, pero, y eh aquí lo fundamental para mi comparación, usa sus pocos mandatos parlamentarios para bloquear en el Líbano toda ley que no está dentro “su cultura política”. Los dicen con no poco cinismo: “Si ganamos seremos el poder real, pero si no ganamos ataremos las manos parlamentarias de nuestros enemigos para convertirnos en el poder real”.
El Tea Party no es un grupo terrorista como Hezbollah, pero actúa en el parlamento estadounidense como los libaneses en el suyo, al extremo de no importarles debilitar el coeficiente crediticio del estado. La “guerra” del Tea Party comenzó por una oposición ideológica al Obamacare y continúa sin prisa ni pausa su tarea diaria por mono-culturizar un país.
El grado de sensación es el mismo cuando se piensa en una victoria total del Hezbollah o del Tea Party.
La monoculturalidad produce el monólogo del Estado que es el polo opuesto al diálogo, eje de la democracia. Este proceso se está produciendo como corolario de la desaparición del “sueño americano”. Los fundadores del Estado de la Unión quisieron establecer un equilibrio entre los tres poderes bien definidos por Montesquieu, lo que no previeron fue la aparición del Tea Party, como tampoco pudieron profetizar la politización del Tribunal Supremo. Es más, los “padres de la patria” introdujeron dispositivos constitucionales que hoy son absurdos, solo un ejemplo: Cada estado tiene dos senadores independientemente del número de votantes, es decir los aproximadamente 800 mil habitantes de Alaska eligen el mismo número de senadores que los 39 millones de California.
Hay quienes dicen que el Tea Party es una expresión pasajera. Me temo que no, pues hay una razón histórica, Hitler alcanzó el poder en Alemania gracias a la crisis financiera que provocó el acuerdo de Versalles como corolario de la primera guerra. Es, guardando las distancias, lo que ya está pasando en Europa, un solo ejemplo: Hungría es ya un estado monocultural, antisemita, nacionalista, xenófobo, es el Tea Party o el ¿Hezbollah? de Europa.
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