Viernes 01 de noviembre de 2013
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En tiempos en que la palabra felicidad parece tener magia, tanta que hasta en un país de la región se propuso un vice ministerio con su nombre, parece oportuno esbozar un comentario sobre algunas cifras del desempeño económico del país en el primer semestre del año, que han generado muchas caras felices, otras muchas no y también sobre la incidencia y desempeño del sector minero en el conjunto. Algunas cifras macro del semestre, Crecimiento del PIB 6,5%, Tasa de Inflación 2,2%, Reservas Internacionales Netas 15.460 millones de dólares y resultado fiscal del Sector Público No Financiero con superávit de Bs. 6.527,7 millones (Informe de Milenio sobre la Economía, Primer semestre 2013), parecerían pintar un país feliz. Un sector minero que revierte la tendencia a la baja de la producción minera con un modesto 6,2% de incremento respecto de igual periodo del año anterior y pese a la baja considerable de algunos precios de metales, parecería confirmarlo.
Sin embargo, y como apunta el dicho popular, “ni tanto ni tan poco” como para saltar de felicidad, la incidencia de la minería en el incremento del PIB fue de sólo 0,1% frente a 1,5% del sector hidrocarburos, la producción minera formal casi no crece. Al margen de los precios, seguimos dependiendo de lo que hace San Cristóbal para mejorar o no los índices de producción y un marcado crecimiento del sector informal se refleja en lo que Milenio llama “comercio informal transfronterizo” de oro (7,8 toneladas en el semestre) y que en la gestión pasada y como lo apunté en esta columna (La Razón 14.06.13) ya había representado 1.099 millones de dólares y más del 28% del valor total de las exportaciones mineras. ¿Será esta estructura productiva la que nos llevará al éxito del sector minero y a la deseada felicidad como país?