Bajo la égida de buscar a través de las autonomías la independencia del poder central, varios departamentos están empeñados en alcanzar cuanto antes ese objetivo aprobando sus “cartas” y estatutos que definen sus responsabilidades en una alternativa de manejar directamente los planes que marquen el desarrollo regional, utilizando sus propios recursos y priorizando proyectos que sirvan a la creación de empleos y la generación de recursos para cumplir las metas de un desarrollo sostenible.
Es en ese afán y respondiendo a ciertas condiciones adversas creadas en la actualidad por descuido o deliberadas posiciones políticas que se descuida la atención de ciertos requerimientos departamentales, generando reacciones lógicas en la institucionalidad civil de varios distritos que en la instancia de una ira contenida amenazan con “saltar” al Estado Federal, lo que preocupa en algunos niveles, aunque las condiciones no sean las más propicias para llegar a ese objetivo estratégico, que justamente es la protesta institucionalizada como se puede advertir en los distritos que no reciben lo que solicitan.
Las reacciones políticas son interesantes frente a la propuesta del federalismo, y desde el oficialismo se tilda a quienes propugnan ese cambio de separatistas, cuando en realidad de lo que se trata es de un modelo de Estado aplicado en otro país es, uno vecino como Brasil, donde se profundizan las características de los procesos autonómicos sin alterar para nada el sentido unitario que rige en tal nación, pero se respetan los factores independientes que tienden por sí mismos a mejorar las condiciones de vida en cada región.
Los resultados del último censo han abierto brechas que si bien permanecían casi imperceptibles han mostrado cierta profundidad a la hora de hablar de equidad en un Estado que desde la distribución de escaños parlamentarios favorece ciertos regímenes de cantidad poblacional o extensión territorial que no son referentes sociales para aplicar medidas de equidad y solidaridad.
Cuando se habla de federalismo sin querer queriendo, como se dice comúnmente, lo que se busca es que cada departamento pueda beneficiarse de la explotación, producción, uso directo o exportación de sus propios recursos de manera que a la vuelta de las operaciones, los réditos, las utilidades que serán parte de la riqueza regional puedan distribuirse entre toda la población, evitando que la mayor parte quede centralizada en las arcas del Estado.
Es evidente que está en ebullición la idea de alcanzar independencia del poder central y la alternativa inmediata puede ser aplicar el sistema autonómico, aunque como se puede ver de manera objetiva no establece esa independencia necesaria para la administración plena de los recursos naturales y de los económicamente activos que puedan ser generados en cada región, de ahí que el modelo no cubre las expectativas plenas de la descentralización.
Lo que se quiere es buscar un modelo que permita a cada distrito regular de manera directa sus estrategias de desarrollo, en base a sus potencialidades, la creación de fuentes productivas, de empleos permanentes y el sostenimiento de un aparato administrativo altamente eficiente para cumplir objetivos trazados y lograr resultados efectivos, lo que no siempre funcionará con las alternativas de procesos autonómicos ligados todavía al poder político centralista.
De todos modos la autonomía es un paso importante hacia los objetivos de alcanzar independencia, descentralizando el aparato dominante del sistema político que necesariamente tendría que adecuarse a las nuevas estructuras de un país unitario, pero prácticamente descentralizado. La idea está, el asunto es ponerla en práctica sin crear confrontación.
Fuente: LA PATRIA
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