Con gran dolor, impotencia y preocupación los/as ciudadanos/as de Bolivia hemos seguido los lamentables hechos ocurridos en Apolo (Departamento de La Paz). Cada día se suman al caudal noticioso nuevos datos, discursos, acciones y acusaciones. Lo más triste de todo es que nada de eso resucita a los muertos.
Unos opinarán para defender una posición y otros, otra. Los hechos tardarán en esclarecerse y eso que llamamos comúnmente “la verdad de los hechos” no sé si la tendremos cabalmente reflejada, además que para juzgar esa verdad cada quien toma posición desde el lugar en el que se encuentra y no podemos pretender tapar el sol con un dedo, pues así es, y no creo que se pueda tildar aquello de relativismo frente a la realidad sino acaso de intencionalidad hacia la misma.
Sea como fuere hay algo que está a la raíz de estos hechos y por atender solamente a la inmediatez de los sucesos podemos perderlo de vista. ¿Por qué se tienen que erradicar hectáreas de hoja de coca, denominada “excedentaria”? ¿Por qué la acción de la Fuerza de Tarea Conjunta ha enfrentado una resistencia armada ante tal hecho?
En los comentarios más casuales de la gente más diversa y que no tiene acceso a fuentes de información se especula sobre la realidad del consumo tradicional de la hoja milenaria -¿Tanto mercado tiene esta hojita afortunada que hay que producir en exceso?- Como la realidad parece ser otra la pregunta rápidamente se formula como ¿a dónde va lo que excede? Y todos y todas parecen corear: al narcotráfico. Y pareciera que las acciones tienen que arrancar de raíz lo que está generando más y más engorde a los dueños del negocio, pues los peones son los que la pasan mal.
Pero las raíces no están allí, no solucionaremos el problema del narcotráfico únicamente erradicando cocales mientras muere gente en el camino. El problema, como todo problema, tiene sus raíces más profundamente enquistadas en nuestra sociedad y en el sistema económico que nos gobierna. No digo que no haya que realizar acciones para atender la multidimensionalidad del problema y atacarlo en aspectos más inmediatos o epidérmicos, sólo pienso que hasta no llegar a las raíces se nos escaparán sigilosas nuevas ramas del problema y de éstas los frutos que se cosechan diariamente.
Las bases del narcotráfico están en la hiperinflación de los valores que pregona una sociedad de consumo, amparada en la versión neoliberal de un capitalismo “salvaje” y eso está introyectado en nuestras conciencias, pero no queremos despertar del letargo complaciente que nos produce la satisfacción de necesidades seductoras. Las raíces están en el despiste generalizado que se da en las personas y familias a la hora de plantearse horizontes de sentido en la vida que no se reduzcan a cumplir un ciclo vital, con el mayor provecho en éxitos, dinero, placer, prestigio social, etc. Las verdaderas raíces se encuentran sepultadas por lujosos edificios de ensueño que ocultan la desigualdad e inequidad socioeconómica que vivimos pues ahí se decide el futuro de los pobres; y todo gira como un círculo vicioso.
Sigamos ahogando los problemas reales con la sangre de la gente. A quienes les va bien con el negocio del narcotráfico no les importa. Continuemos sindicando como buenos y malos a quienes son víctimas de algo que no han creado. Quienes compran conciencias viven felices ajenos a esas disputas estériles. Empeñémonos en erradicar los frutos, las raíces astutas buscarán mil formas de abrirse paso por las tumbas.
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