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Domingo 27 de octubre de 2013

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

De cataláunica lite

27 oct 2013

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Segunda y última parte

La segunda obra procede de un jurista universitario: Albert Pont, Delenda est Hispania. Tot allò que Espanya ens amaga sobre la independència de Catalunya (Barcelona, Viena Edicions – Cercle Català de Negocis, 2012, 507 p.). El autor es especialista en Derecho Internacional y en su libro se ha planteado el tema de la independencia catalana particularmente desde esa perspectiva.

Quizás haya que empezar aconsejando al lector que se olvide del título principal (remedio directo de la consigna romana ‘Delenda est Cartago’), porque el grito de ‘hay que destruir España’ suele arrastrar ecos de violencia bélica que no aparecen en el esqueleto dialéctico de la obra, aunque sí sirven para atraer al lector con la miel del escándalo. En realidad el libro tiene poco –si algo tiene- de histrionismo intelectual (de “persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral” define la Academia Española al histrión). Por lo menos es escasa en las formas; en cambio el fondo sí es contundente; y seguramente quienes no saben hablar sin copiar al inglés, dirían ‘demoledor’.

La fuerza dialéctica de Pont me parece consistir en saber combinar, en su argumentación, un pasado histórico trisecular, la actual efervescencia política y el marco jurídico internacional (en parte normativo sistemático y en parte solamente consuetudinario). Estos tres componentes aparecen, una y otra vez en su relato. Claro, con sendos espacios de predominancia de cada uno de ellos.

Por lo que se refiere a la historia, el autor asienta una tesis fundamental: la Monarquía hispánica (consolidada con los Austrias en la primera mitad del siglo XVI) feneció con la imposición bélica de la dinastía borbónica (1714). En efecto, si la primera fue una confederación entre las monarquías catalanoaragonesa, navarra y castellana (más las posesiones dispersas por Europa), sólo desde Felipe V en adelante se puede hablar de una ‘España’ de pretensiones unificadoras bajo la única hegemonía castellana; y desde 1714 Cataluña perdió su condición de entidad soberana internacionalmente reconocida. Tesis apoyada en un cimiento sólido de investigación. Precisando más, en las complejas negociaciones internacionales para poner punto final a la Guerra de Sucesión, la investigación realizada hasta hoy permite descubrir cómo, al abandono militar de Cataluña por parte del pretendiente austriaco, siguió el abandono diplomático británico (más exactamente, habría que hablar de que toleró el incumplimiento español de los compromisos que le imponían los tratados de Utrecht). A esta luz se puede entender el rosario de hachazos de España a la soberanía política soberana catalana, con la serie de decretos conocidos como de ‘Nueva Planta’ (1715-1716), mediante los cuales España derogó toda la legislación catalana, substituyéndola por la castellana; y la sucesiva legislación castellanizadora que no ha dejado de existir hasta nuestros días (¿quién podría olvidar el ‘lapsus’ del actual ministro de Educación del Partido Popular, Wert, al confesar que el objetivo de su nueva ley de reforma educativa es “españolizar a los niños catalanes”?). Y con ello ya nos situamos en el presente litigio.

Como jurista, Pont se explaya ampliamente por las diversas posibilidades que el derecho internacional público ofrece para la independencia de Cataluña. Frente a quienes no han visto abierta otra puerta que la de ‘la autodeterminación de los pueblos’, Pont pone sobre la mesa y acaba prefiriendo una serie de alternativas paralelas: la ‘restitución’, la ‘secesión’ con ‘extinción’ o ‘disolución’ de la soberanía previa o no. Todo esto tiene la virtud de abrir un panorama múltiple, flexible a hipótesis diversas; y a la vez, sujeto a ciertas condiciones más o menos rígidas: carácter democrático, comprobado por medio de consulta popular y elaboración de un cuerpo institucional y administrativo que satisfaga las exigencias europeas y de la ONU en esta materia.

De paso, también vale la pena destacar que a lo largo del libro Pont deshace una y cien veces el sofisma españolista de que los separatismos van en contra de la tendencia dominante actual en el mundo. Sin salir del siglo XX ni de Europa, bastaría mencionar el acceso / retorno a la estatalidad soberana de Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Irlanda, Yugoslavia, Chequia, Eslovaquia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Hercegovina, Montenegro, Macedonia, Kosovo, Ucrania, Georgia, Armenia, etc.

* * *

Repitamos lo ya dicho: desde los Andes la península ibérica (‘Madre Patria’ como hay quien prefiere llamarla) queda lejos, muy lejos; por tanto, también sus actuales remezones. Y la lejanía explica (¿justifica?) la falta de información y a la postre, el desinterés. Esto nos devolvería al clásico tema del ‘encuevamiento boliviano’: si por una parte cada quien es libre de escogerse sus curiosidades, por otra la ignorancia no suele justificar los errores de elección personal (individuales y colectivos). Vengo pensando que Bolivia figura entre los países que no pueden permitirse el lujo de desinteresarse de las ‘cuestiones nacionales’, dondequiera que éstas se produzcan. Más exactamente, ninguna sociedad iberoamericana debería haberse desinteresado de la ‘cuestión nacional’ de su antigua metrópoli.

Pero debo reconocer que, hoy por hoy, el desinterés tiene una buena excusa: ¿cómo conocer las posiciones catalanas si la mayor y más valiosa parte de la literatura de combate publicada está escrita en catalán; y el catalán es una lengua que nadie, por acá, se cree capaz de entender? En realidad se la cree impenetrable sin haber hecho ninguna prueba. No digo que no pida alguna pizca de esfuerzo: ni más ni menos que requiere la decisión de poder leer textos en francés, portugués o italiano. Y cuantas más de estas lenguas latinas uno pueda leer, tanto más fácil le será introducirse en la bibliografía de las restantes…

Debo, pues, invitar a quien leyere esta página a romper el hielo de los prejuicios que lo mantiene prisionero en su cáscara. Y después, podrá ufanarse de poder hacerse su propia opinión, no sólo sobre el viejo pleito de los catalanes, sino también sobre una buena colección de otros tantos mundos presentes en la poesía, el teatro, la historia, el arte, la novela, la gastronomía, el folclore de Cataluña.

Fin

Fuente: LA PATRIA
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