Sábado 26 de octubre de 2013
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Cuentan los cronistas que Manuel Isidoro Belzu lanzaba “chauchitas” (moneditas) del erario público a las masas de cholos e indios que lo veneraban como al primer presidente del Siglo XIX que se ocupó de sus carencias. Pese a toda su bondad, el militar no logró modificar los indicadores sociales de su patria.
Más de un siglo y medio después, el presidente indígena, dentro del programa “Evo cumple” entrega también dinero a manos llenas para atender a decenas de pedidos de todo el país. Esos montos no son auditados y se desconocen sus alcances reales. No importa; para la “plebe” es como si el “Tata” reviviera y pocos se acuerdan que los bonos tienen su raíz en la capitalización de las empresas públicas o que desde 1928 funciona (o debería funcionar) una Contraloría del Estado.
Lo paradójico es que pese a los esfuerzos de Evo Morales, Bolivia no cambia, salvo en aquellos asuntos que ya eran parte de un proceso más largo, como la inclusión social o la participación popular.
Por ejemplo, el Presidente entrega permanentemente canchas de césped sintético y él mismo alienta el juego de pelota, incluso en visitas internacionales. Sin embargo, la selección nacional terminó penúltima en la clasificación para el Mundial y no logró repetir sus hazañas de la época neoliberal de los noventa. Ningún semillero de tahuichis aparece a la vista. Tampoco hay una política estatal para fomentar el deporte y tener campeones olímpicos como logró Colombia en un puñado de años o Cuba, a pesar del bloqueo de los yanquis.