Jueves 24 de octubre de 2013
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Los ingresos del Comercio Justo en España se han multiplicado por 4 respecto a los 7 millones de euros del año 2000. El activismo y compromiso de quienes compraban sus productos en las tiendas de Comercio Justo va acompañado de nuevos perfiles que consumen estos productos en otros espacios: grandes superficies, supermercados, herbolarios, tiendas ecológicas, grupos de consumo, hoteles, cafeterías…
Además nos encontramos con tres luces: la primera, el crecimiento de las ventas de alimentación. Casi 9 de cada 10 compras de Comercio Justo son de alimentos, especialmente de café y dulces. La segunda es el aumento de los productos certificados por el sello Fairtrade, y por último, la distribución a través de supermercados y otros canales mayoritarios como vending o cafeterías.
Detrás de las cifras de ventas no podemos olvidar que hay personas, que hay 2,5 millones de trabajadores y trabajadoras de América Latina, África y Asia que ven cómo sus condiciones de vida mejoran y lo hacen gracias a su trabajo, como ellos mismos reclamaban en los años 60, al grito de “Trade, not aid” (Comercio, no ayuda). Reciben un salario justo, el mismo ellos y ellas por la misma tarea, que tienen unas condiciones laborales dignas, que cuidan su tierra y no contaminan el entorno en el que viven, que pueden llevar a sus hijos e hijas a la escuela en lugar de llevarles a trabajar en el campo o en las fábricas; participan en las decisiones de su cooperativa o grupo productivo y que pueden aportar su opinión porque ésta cuenta. Y habría que añadir los impactos positivos en las familias de los trabajadores y en su comunidad a través de los proyectos de desarrollo que se generan con los beneficios extra del Comercio Justo.