El voto por sí mismo no es sinónimo de democracia. El voto puede derivar en una dictadura cuando la gente pretende usar al Estado para expoliar a sus semejantes.
Por lo menos en mi ideal, el voto solo sirve para cambiar pacíficamente a quienes van a administrar transitoriamente la cosa pública, pero siempre limitados a defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas.
El acuerdo es que en una sociedad, la gente se desarma voluntariamente y les otorga el monopolio de la fuerza a las personas elegidas para cumplir con la función, es porque existe el Estado limitado que anda subordinando a la ley y con límites claros sobre qué puede hacer y qué no puede hacer con ese monopolio de la fuerza.
Lamentablemente ese concepto ideal de democracia se ha desvirtuado en muchos países que dicen ser democráticos, transformándose en un aparato de robo legalizado, violación de derechos individuales y todo tipo de atropellos. La trampa en que hemos caído consiste en limitar el concepto de democracia a solamente el acto de votar.
Al desvirtuarse el concepto del voto, se ha transformado el ideal de democracia, en un sistema de expoliación, corrupción y violación de derechos, sustentado en una mayoría circunstancial de votos.
“¿Cómo reconocerla? Es muy sencillo. Hay que examinar si la ley quita a algunos lo que les pertenece, para dar a otros lo que no les pertenece. Hay que examinar si la ley realiza, en provecho de un ciudadano para perjudicar a los demás un acto que no se podría realizar sin incurrir en criminalidad”.
Pero como la economía genera cada vez menos riqueza, para sostener su poder, el administrador tiene que incrementar la expoliación legal, lo cual exige no solo quitarle una parte cada vez mayor a los sectores que producen, sino violar derechos individuales, como la libertad de expresión para que las voces disconformes no denuncien el abuso del monopolio de la fuerza para violar el derecho a la propiedad.
Normalmente, a la violación del derecho de propiedad le sigue la violación al derecho de expresión y la violación a los derechos individuales para que la gente no se resista a que el Estado les robe en nombre de la ley. El que se opone a ser robado por el Estado pasa a ser un delincuente, y el delincuente, el Estado desvirtuado, pasa a ser el justiciero.
Semejante organización social puede surgir de considerar que el voto otorga libertad de acción sin límites a los gobernantes deriva, inevitablemente, en una dictadura. Cuando se tolera que quienes administran el Estado usen el monopolio de la fuerza para violar los derechos que debía proteger, se da el primer paso a una sucesión de expoliaciones legales hasta que se llega a una situación de descontento popular que solo puede ser frenado transformando la democracia en una dictadura que puede llegar a tener niveles de violencia insospechados.
En definitiva, el voto por sí mismo no es sinónimo de democracia. El voto puede derivar en una dictadura cuando la gente pretende usar al Estado para expoliar a sus semejantes. Y como siempre habrá candidatos a administrar la cosa pública, dispuestos a violar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, la democracia siempre estará en riesgo de sus enemigos. Solo un pueblo con fuertes valores, que prioriza la cultura del trabajo, el esfuerzo personal y el respeto por los derechos de los otros miembros de la sociedad estará a salvo de los enemigos de la democracia.
Por eso el título de esta nota, si una mayoría circunstancial no tiene esos valores, el voto puede transformarse en el mecanismo “legal” para establecer una dictadura.
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