La apreciación corresponde a un ama de casa que observa diariamente el proceso de incremento en los precios de los principales productos que son parte de la cada vez más disminuida canasta familiar, “los precios suben como espuma” y no hay ningún control de autoridad que ponga coto a la arbitrariedad.
Para los comerciantes siempre hay un justificativo que aún siendo totalmente imperceptible en cuestión de precios, se convierte en el pretexto para manejar ese sistema de relación comercial entre el que vende y gana y los que compran y pierden.
El caso del azúcar es un ejemplo reciente de la ola especulativa que se aplica en los mercados, los almacenes de abarrotes y las tiendas de barrio. El quintal que no es tal porque sólo tiene 46 kilos subió propiamente a 250 bolivianos y el kilo que sólo son dos libras cuesta 6 bolivianos. En todo caso 46 kilos a 6 bolivianos representa 276 bolivianos, incluyendo la utilidad comercial.
Pero no se trata sólo de azúcar, también subió el precio del arroz y la venta por libras (dos en lugar de un kilo) oscila entre 8 y 10 bolivianos, mucho más si se trata de arroz de calidad que se conoce como “grano de oro”, al que sólo algunas amas de casa pueden acceder.
Otro insumo importante de la canasta familiar es la harina, que ya subió de precio y como si fuera poco desapareció de los negocios, lo que obligó a la “importación” de harina peruana y argentina, que llegó con sobreprecio, lo que obligó a los panificadores a reducir el peso del pan de batalla y a elaborar panes especiales a un costo de un boliviano, como solución a la escasez de harina y lógicamente de pan… en este caso no fueron mejores las tortas.
El fideo también encarece y aunque en algunos comercios se mantiene su precio por “raleo”, en otros su venta es limitada, con el argumento de la subida de precio en la harina.
Pero la canasta familiar exige mayores componentes y entre estos, las carnes tienen precios que fluctúan, el caso del producto vacuno o de cerdo, en tanto que la de pollo está entre 13 y 15 bolivianos el kilo. Las verduras y las frutas tienen variables especiales, las vendedoras se las ingenian para disminuir la cantidad del producto, pero no el precio, por tanto según lo declaran las amas de casa, la transacción de mercado también depende de “la cara del cliente”.
Pero en realidad lo que prevalece es la vigencia del sistema de la libre oferta y demanda, que manejan muy bien los comerciantes en mercados, almacenes y tiendas, sabiendo que la medida rige por efecto del 21060 que no ha sido “desmontado” aunque algunas autoridades digan lo contrario, como el ministro laboral.
Para mucha gente la visita diaria al mercado es obligatoria, se trata de una mayoría de personas que viven de sus ingresos al día. Para otras amas de casa puede ser una necesidad de abastecimiento semanal y en el tiempo de siete días, según dicen, la sorpresa de precios es altamente desagradable.
¿Quién debe poner remedio a este problema? Es la pregunta que flota en el ambiente, mientras las autoridades en cargadas de regular este fenómeno especulativo hacen muy poco en defensa de la economía popular, ignorando deliberadamente que los precios suben como espuma.
Fuente: LA PATRIA
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