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Domingo 13 de octubre de 2013

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Revista Dominical

Rinconcillos de la historia americana

13 oct 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: Alfonso Gamarra Durana - Miembro de la Academia Boliviana de la Lengua

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Una pasión aflora intermitentemente en mi piel. Se me pone rubicunda y ansiosa cuando me acerco a hojas impresas que el polvo las quiere esconder, cuando su color se amarillea y su lisura ya está ajada. Palpitante el corazón me induce a tomarlas para que pueda leer su contenido, logrando quizás que así sean devueltas a la vida. Es una curiosidad plena que quiere enterarse de lo que dicen sus frases. Curiosidad enfermiza que tal vez busca como lo hizo Cervantes: “Unos pergaminos escritos con letras góticas pero en versos castellanos…”, que “…verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición si acaso la tiene mala”.

Esta actitud me llevó a desplegar unos folletos y hallar un opúsculo impreso en papel obra, organizado en compendiosos capítulos, los cuales podrían llamarse ahora: estampas, relatos, secciones, relaciones, etc., pero que el autor prefiere llamarlos cuadritos que merecen denominarse “Rinconcillos de la Historia Americana”. Se comprende que han nacido de los rincones de la historia de los siglos XVI y XVII, como consecuencia de remover papeles en los Archivos ibéricos, y que han sido anotados como efectos novelados. Han salido principalmente del Archivo de Indias de Sevilla y el autor dice que allí una vívida anécdota “parece hablar con hondo susurro, apagado por las altas y secas voces de la narración escueta”. Son párrafos con hechos verídicos, arreglados con ficción respetuosa, y matizados con vislumbres sicológicos bien meditados.

“Publicáronse los primeros en el Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, dedicados al excelente literato y amigo mío D. Santiago Montoto” advierte la introducción “del tomito que en Octubre de 1918” fue publicado por la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz. La edición de los “Rinconcillos” que leemos con satisfacción está firmado por Ramón de Manjarrés y aparece en dos entregas en el Boletín del Centro de Estudios Americanistas de Sevilla, números 85 al 87 y 88 al 90, año XI, Sevilla 1924. El motivo de nuestra atención radica en los años mencionados, porque deseábamos analizar si el idioma castellano mostraba modificaciones notables; más aún si las anécdotas anotadas, veintidós en total, llevan como epígrafe el año en que se produjo cada suceso, y que van de 1516 a 1799. A continuación copio una in extenso, para comentarla luego.

ARMAS Y LETRAS

Año 1625

De inspeccionar las obras de la capilla que en la Catedral de Puerto Rico edificaba a sus expensas, volvía el Obispo y poeta don Bernardo de Valbuena, cuando halló esperándole en Palacio al Gobernador D. Juan de Haro, que venía a visitarle y a pedirle albricias.

Traía una mano vendada y el pelo quemado de un fogonazo. Sentáronse los señores en la biblioteca, donde en recuerdo del saqueo de los holandeses, aún yacían por los suelos volúmenes destrozados, y allí dolióse el Obispo del ensañamiento con que los marinos de Balduino Enrico se habían complacido en causar innecesarios desavíos. Encantados de verse después de la tormenta, comentaban indignados todos los pasados eventos. Por las ventanas entraba el rumor del pueblo en triunfo, danzones borinqueños, vítores y aplausos.

Recordaron las sospechosas evoluciones de la escuadra ante la costa de San Juan, su repentina embestida, la toma de la Ciudad, su audaz salida, la recuperación de la capital y la fuga de los holandeses. Pálido de ira, protestaba D. Juan, que las continuas vejaciones de que se hacía objeto a las costas americanas, sin declaración de guerra, era palmaria infracción de las leyes del honor, que, sin duda, no debían guardarse con España.

Como se aquieta el oleaje, fué apaciguándose el diálogo, y al alzar del suelo uno de los libros maltrechos, vió el Gobernador que su título rezaba El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha. Era la segunda parte, edición de 1615.

D. Juan de Haro no conocía más que la primera, porque su agitada vida de soldado no le dejaba muchos ratos en que fomentar su afición, pero con todo, él recordaba que uno de los trozos que mejor le habían parecido, era el discurso de las Armas y las Letras. Y como en un rincón apareciesen las obras del mismo Obispo, El Siglo de Oro y el Bernardo, dijo el militar que él las había hojeado.

-Estos libros de poesía, señor Obispo, son los mejores que se han escrito en lengua castellana, y por la dulzura de su lenguaje y excelencia de sus conceptos, puede vuecelencia estar sin menoscabo al lado de Micer Ariosto; pero una cosa me maravilla, y es que habiendo venido tan mozo al Nuevo Mundo y pasado en él su vida, fuera del tiempo que estudió en Salamanca, no se vea en las descripciones de la naturaleza, asomo de influencia de la americana; antes bien, en las églogas, paréceme gustar del severo campo de Castilla, y en prueba de lo que digo, escuche vuecelencia:

¿Hay gusto igual si sales, el verano

sin sol el día, el campo verde y tierno,

que echar un par de liebres por el llano?

¿Pues en el blanco y encogido invierno

en tu cabaña al fuego recostado,

cómo te hallará su llanto eterno?

El zurrón proveído, el río al lado,

tiernas castañas y manteca fresca,

las migas hechas y el corral nevado.

Esto, señor Obispo, es Ciudad Real, es Tomelloso, es Manzanares, es la Mancha: en manera alguna es Jamaica, ni Méjico, ni Puerto Rico.

Rióse el Obispo, y contestó que, aunque pasado en las Indias lo más de su vida, aunque aficionado grandemente al majestuoso espectáculo del Nuevo Mundo, donde siempre estuviera contento, salvo el tiempo que se llevó como encantado, de Abad de Jamaica, no podía echar de sí la visión de los abiertos llanos manchegos, de los corderos de la tierra, de las picazas en los sembrados, de los agudos campanarios: además de que no podía él amañar los pastores de égloga con las selvas de aquella Isla de Jamaica, ni con estos palmares porteños, y que ya era bastante que le criticasen porque sus pastores hablaban de grillos y de migas, palabras humildes que si, a su juicio, hablaban verdad, al de los zóilos gruñones no eran propias de la poesía.

Replicóle D. Juan que él, como franco soldado, fundaba en esa verdad el mérito literario y que las migas, los grillos y las ranas no hacían sino aumentar el gusto que de tal lectura recibía, y que él, aunque profano, entendía ser aquéllas las más lindas pastorales que hubiese al estilo de Sanazaro.

-Podrá ser –dijo el Obispo- pero si no en los pastorales, vuecelencia me aventaja en otro ramo de letras, de las que le conozco una gentil muestra.

-¿Yo, letrado? –exclamó sorprendido el otro-: leedme una obra mía.

-Son dos, y las sé de coro. La primera, es la contestación a una basta y ordinaria intimación de Balduino Enrico, el holandés, que os decía en castellano bárbaro: Sois avisado que de aquí adelante nos hemos resolto de escusar persona viejo ni mozo, muger ni ninos y sobre esto aguardamos la respuesta y esto en pocas palabras. Y vuestra pieza epistolar es tal como buena: Visto el papel que V. merced me ha escrito y me espanto que sabiendo que estoy yo aquí y con trece años de Flandes donde he visto las bravatas de aquella tierra y saber lo que son esos sitios, se me pidan semejantes partidos. Y a otra sandez de Balduino: estamos no solamente resoiltos quemar pero también todo lo que está al entorno de ella, vuecelencia escribió: No se me escriban semejantes papeles porque no respondo de ellos, y esta es la respuesta que doy y en lo demás, hagan lo que les pareciere. Ya ve si maneja bien la pluma.

Sintiendo el fino elogio, inclinóse D. Juan y

-Cata ahí –dijo- cómo entre los dos hemos renovado en cierto modo el discurso de Las Armas y Las Letras.

COMENTARIO

Se entiende que monosílabos (como fue y vio) están con el tilde de la acentuación, que todavía se escribía muger y escusar, que aparecen nombres propios como de los poetas Luis Ariosto y Jacobo Sannazaro, mientras que se emplea el término “zoilo” que significa crítico envidioso y presumido, y se anotan frases que inicialmente parecen incomprensibles pero que corresponden al castellano más que puro, como “pedir albricias” (esperar un favor por comunicar una buena noticia), “innecesarios desavíos” (apartar del camino que se debe seguir), “llevar como encantado” (como embobado), “amañar los pastores de égloga” (disponer mañosamente que escriban versos), “las sé de coro” (saber de memoria), “cata” (interjección por ¡fíjate! o ¡advierte!); así como otras que de por sí hacen resaltar la frase: “echar un par de liebres”, “hablaban de grillos y de migas”, “se me pidan semejantes partidos” o “quemar pero también todo lo que está al entorno”.

En la relación se quiere ver si los personajes están creando o están siguiendo realidades, si hay conformismo con el paisaje de la nueva tierra o hay un españolismo trasladado a los párrafos. En ellos hay evidente influencia de paisaje y de giros nativos, que quieren parecerse subjetivamente a los de la península. Se deja como moraleja que palabras vulgares no pueden adjuntarse a los versos y que, no obstante, habrá siempre críticos malvados dispuestos a acosar. El oficio del autor tiene que situarse circunstancialmente pero expresa soterradamente que es tan bella América como Europa.

LAS PROFECÍAS DE FRAY BLAS

Año 1516

(Resumimos a voluntad)

“Si hemos de dar fe a cartas de aquel tiempo, Fray Blas de Menjíbar, capuchino del convento de Aranda, varón austero e intachable, no regía bien de la cabeza. Dábale el naipe por las profecías y no había negocio del que no vaticinara el fin y paradero. Algunos ignorantes, recordando que Fray Blas había estado en Indias con el Padre Bartolomé de las Casas, murmuraban que del trato con indios había aprendido ciencias reprochables: otros decían que tenía arrobos. Pero Fray Blas negaba toda intervención sobrenatural en su habilidad profética”.

Fuente: LA PATRIA
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