Sábado 12 de octubre de 2013
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Decían los antiguos romanos que la mujer del César no sólo debía ser virtuosa, sino también parecer virtuosa. Se podría hoy muy bien ampliar el significado de ese dicho a la administración general del Estado. Las autoridades no sólo deben ser honestas, sino también parecer honestas. Pero la corrupción llega a niveles tan altos, que impregnan de sospechas los actos de todos.
El caso emblemático hoy --puntualizar el cuándo importa, porque no se sabe cuándo se destapará el próximo-- es el del hasta hace poco jefe de la Dirección General de Coca e Industrialización. Luis Cutipa Salva está preso por desviar 45.000 toneladas de hoja de coca incautada "hacia fines ilícitos (narcotráfico)", según la denuncia oficial.
El caso es insólito por el cargo que ocupaba y por sus antecedentes políticos. Más allá de que vender 45 millones de kilos de hoja de coca al precio oficial de 7,4 dólares el kilo le habría generado 333 millones de dólares, su caso tiene otra connotación pecaminosa. A los que negociaron esa coca no les costó absolutamente nada producirla. Esa gran cantidad se reunió con recursos del Estado: el sueldo de los policías que la decomisaron se financia con impuestos que pagamos todos. Igual que los vehículos y el combustible que utilizaron para movilizarse. Fue negocio redondo. Tuvieron ganancia extraordinaria sin un mínimo de inversión ni esfuerzo.