Hay quienes aseguran que encontrar una democracia plena es nada más que una utopía, pero no se pierde la esperanza de perfeccionar la que se vive para alcanzar objetivos que nos permitan vivir en paz, armonía, con libertad y justicia.
En nuestro país transcurrieron 31 años de un retorno doloroso a la democracia rescatando el poder político con una acción valiente, con la práctica y el ejercicio del voto democrático para enterrar los procesos violentos producidos por los golpes de Estado, que alteraron las libertades, ocasionaron centenares de víctimas, destrozaron hogares y encarcelaron a quienes cometieron el pecado de oponerse a las ideas autoritarias.
Guido Vildoso fue el último presidente militar aunque no precisamente como conductor de un proceso golpista, más bien como un intermediador entre una clase que comprendió la necesidad de parar la impostura y la afrenta al pueblo para devolverle los instrumentos que rigen en democracia y permiten con libertad elegir a los conductores del Estado nacional. Eso sucedió y en 1982 se recuperó el Poder Democrático posesionando un nuevo mandatario, el Dr. Hernán Siles Zuazo que junto a Jaime Paz Zamora asumieron el desafío de restablecer la gobernabilidad en democracia, con respeto a las leyes, los derechos y las libertades ciudadanas.
Ese tránsito anhelado por el pueblo tuvo sin embargo una serie de tropiezos, especialmente provenientes del desfalco de las arcas del Estado y de una época dura para la economía nacional que complicó al gobierno restaurador de la democracia.
Han pasado varios presidentes por el Palacio Quemado, es cierto que en democracia pero con efectos aún no satisfactorios para los anhelos populares que siguen sufriendo los errores de mandantes que no encuentran el camino de la justicia con libertad, del respeto pleno a los valores humanos y del manejo equilibrado de las riquezas que producen nuestros recursos naturales.
En democracia se alteró la convivencia pacífica y a título de defenderla se han producido ataques contra ese principio que debía ser inviolable si de verdad se quiere llevar al país hacia metas de solidaridad y bienestar colectivo.
En democracia se proponen y se intentan muchos cambios, algunos surten otros alteran las relaciones comunes entre bolivianos porque además cambian las condiciones de entendimiento y se imponen las de la fuerza que se ejerce desde el poder a nombre de la democracia.
Cuando recodamos ese tránsito valiente del autoritarismo al respeto de la dignidad de los bolivianos, por supuesto que hay un cúmulo de hechos que se marcaron en tres décadas de gobiernos elegidos por el voto es cierto, pero que también son producto de la autocracia política, tan trajinada y usada para el cumplimiento de intereses sectarios.
Los bolivianos están esperanzados en una apertura política dentro del esquema reinante de una democracia participativa, de modo que la convocatoria a otro proceso electoral constituya una real alternativa para que la expresión popular defina la suerte del país, con un voto consciente, que sea el resultado de una campaña realmente equitativa, con iguales condiciones de exhibir los planes que promuevan alternativamente los frentes, las alianzas o simplemente los partidos que se creen aptos para captar la atención ciudadana.
De lo que se trata es de no equivocarse cuando se proponen cambios y muchas promesas. El precio de la libertad es caro, como costosa resulta la misión de alcanzar una democracia plena, anulando el autoritarismo sectario, que sigue haciendo daño a la Nación.
Fuente: LA PATRIA
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