Hay que reconocer que, por lo menos sin alteraciones bruscas, en los últimos tres años la economía nacional ha tenido un comportamiento de alto nivel con índices halagüeños que satisfacen las expectativas de los gobernantes, de manera especial también de algunos sectores empresariales y de economistas que viven con las estadísticas marcadas en la agenda diaria.
Sin embargo estamos mencionando sectores o grupos particularizados de nuestra colectividad cuya suma resulta porcentualmente reducida a la mínima expresión frente a una mayoría poblacional que sabe de las macro finanzas y de la fuerza que acumulan nuestras reservas estratégicas, pero que no pueden llegar con el mismo y revelador entusiasmo a los bolsillos de la mayoría de los trabajadores bolivianos… por decirlo de la manera más franca y sencilla.
Se trata según observadores y/o analistas de un largo proceso de “buena racha” que acompaña a las finanzas nacionales en el plano internacional y a un toque de especial intuición, en algunas autoridades financieras, al colocar las reservas bolivianas en “cuentas especiales externas” o en bonos de disponibilidad que han sumado réditos ampliando los saldos en las cuentas de la macro economía boliviana.
Nuestras materias primas, particularmente el gas, se mantienen con precios excepcionales en el mercado externo y crece la demanda del producto en los mercados vecinos como Brasil y Argentina, entra Paraguay al negocio y puede estimarse posible la exportación boliviana a otros países de nuestra región.
En el caso de los minerales, si bien no alcanzan el nivel de comercialización del gas, no dejan de ser parte importante en los ingresos que percibe el Erario Nacional, salvando por supuesto las variables cíclicas, menos mal cortas, del descenso de ciertos precios como el oro o el estaño, zinc y otros que pusieron nuestra balanza económica en jaque, aunque con la esperanza de recuperar la diferencia de esos periodos negativos.
El reflejo de los problemas atinentes en las grandes economías internacionales como la de Estados Unidos o países asiáticos, tienen su efecto negativo en los proyectos bolivianos, especialmente los que disminuyen su trazo de acción o aquellos otros que no pueden comenzar, en tanto no se establezcan políticas de largo aliento, respaldadas por regulaciones adecuadas de seguridad e incentivo y que no sean alteradas por la competencia de la gran industria internacional.
Lo que estremece los grandes mercados, sacude las economías de los países dependientes de la exportación de sus materias primas, como el nuestro donde recién se está tomando conciencia de la necesidad de añadir “valor agregado” a los recursos naturales como los hidrocarburos y especialmente los mineros, estos últimos a través de su industrialización y el desarrollo de grandes emprendimientos metalúrgicos y siderúrgicos que nos permitan vender materia prima procesada, que además debe convertirse en elemento básico para crear una cadena productiva de alto y variado rendimiento.
Recientemente se manifiestan ciertos cambios en la economía norteamericana, lo que permitirá que la competencia China se dinamice al ritmo de aquella, empujando de algún modo al restringido sistema europeo, opciones que requerirán necesariamente alimentarse de los “commodities” de países productores como el nuestro que debe estar preparado para responder al reto.
El caso es que estamos viviendo un tiempo de Jauja, como un país maravilloso y dando otro giro a la expresión misma calificada como poco convincente. Lo cierto es que Bolivia tiene importantes recursos naturales y económicos, lo que falta es que estos sirvan para el desarrollo nacional.
Fuente: LA PATRIA
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