Carencia de valores conduce a situaciones totalitarias
09 oct 2013
Por: Armando Mariaca V.
La misión de ejercer cualquier función de servicio debe tener la conciencia de contar con los mejores valores para cumplir debida y responsablemente lo que se proponga. No puede ni debe haber función de servicio a los demás sin contar con las respectivas virtudes morales que luego se conviertan en valores; actuar en sentido contrario es proclamar posiciones ajenas a la moral, las leyes y los principios que hacen idónea a la vida de los hombres.
La historia señala que los casos en que se ejerció funciones de poder sin contar con los respectivos valores, se tropieza con el peligro inminente de ingresar en los campos del totalitarismo que no es otra cosa que obrar no sólo obedeciendo los propios intereses sino ingresar en los campos de convertirse en propiciadores de la corrupción y de defectos que hacen daño a los demás.
El bien común, para ser debidamente respetado, debe ser el depositario de quienes tienen poder político, económico, social o de cualquier clase; el bien común que es el pueblo merece respeto y consideración, observación y cumplimiento de las leyes y ser, sobre todo, depositario de virtudes de quienes poseen poder.
No entender las causas del bien común es no comprender que el ser humano, para ejercer las funciones que tiene en la vida, debe contar con las condiciones de amar y servir, tener caridad y noción de los derechos de los demás que siempre y en toda circunstancia, son derechos mayores a los que uno tenga porque están referidos y son propiedad de muchos miembros de una colectividad.
La falibilidad humana siempre está en peligro de trasponer fronteras e ingresar en campos contrarios a los buenos sentimientos, a las leyes y disposiciones que regulan la vida de las comunidades. Esa falibilidad es llave o resorte para ingresar en campos donde puede ejercerse el derecho de la fuerza sustituyendo al Derecho de las leyes y las virtudes de los demás.
La capacidad espiritual del ser humano permite entender y perdonar acciones contrarias al bien común; pero, bajo ninguna circunstancia, puede llegar a los campos de la resignación donde todo se pase, se aguante y se deje hacer y deje pasar. Esa capacidad permite, además, ejercer los derechos de la protesta, de exigir respeto y consideración a las libertades y a los derechos y, no han faltado casos en que se ha defendido todo ello con vigor y fuerza que da el mismo pensamiento en pro del bien común.
Quienes poseen poder sea político, económico, social o de cualquier naturaleza, deben tener en cuenta que nada es impune y que el mal que se haga liberándose de valores y principios, puede resultar un “boomerang” que se vuelve contra quien no sabe ni entiende el respeto a sus propios valores.
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