Se da el caso que muchos países viven exclusivamente de la denominada “industria sin chimeneas”, aprovechando su riqueza natural, paisajes, costumbres y tradiciones, por supuesto adecuando cada “encanto” a la innata curiosidad o inquietud de los turistas pues lo más natural también requiere de una buena dosis de maquillaje, descartando por supuesto algunos atractivos que por su belleza originaria no admiten ningún retoque.
En nuestro país tenemos de todo, desde esa riqueza innata para cautivar a los más exigentes turistas, a los visitantes aventureros, a los estudiosos o aquellos que buscan más allá del paisaje y escudriñan lo que para muchos puede pasar como elementos desapercibidos.
El turismo da para todo, así lo definen los más expertos promotores de este negocio que permite grandes utilidades en muchos países y otras tantas ciudades del vasto universo, donde se planifica con suficiente tiempo una serie de programas de temporada que mueven ingentes cantidades de gente y por supuesto con miles de pesos que engrosan las arcas oficiales y permiten a los operadores del ramo mejorar paulatinamente sus servicios.
Son muchos los eslabones que unen la cadena de servicios turísticos en cualquier parte del mundo y hay que tomar en cuenta la importancia de cada segmento para que al ofertar la belleza natural, los atractivos culturales o los tradicionales, quizás simplemente los paisajísticos o los de curiosidad y aventura, estos estén adecuadamente implementados por los servicios de apoyo, como son los medios de transporte, la hotelería, buenos restaurantes, facilidades en trámites migratorios, seguridad plena para los visitantes y por supuesto que el objetivo deseado en cada viaje se cumpla a la perfección.
En el caso boliviano las autoridades del ramo afirman que el turismo creció hasta en 100% en cuestión de algo más de seis años, cuando el promedio de ingresos era de 540 millones de $us, que dejaban 450 mil personas y en la gestión pasada se contabilizaron 1.014 millones de $us, por la visita de un millón 160 mil personas. Las cifras son elocuentes, pese a circunstancias especiales propias del país con temporadas críticas por los movimientos sociales que afectaron las actividades turísticas.
En lo que corresponde a Oruro, específicamente, si hay algo que debe ponderarse es la inversión que se ha hecho en el rubro hotelero que ha crecido significativamente en sus diferentes categorías, pasando por los alojamientos, hostales y hoteles de tres a cinco estrellas para satisfacer a los más exigentes turistas.
De lo que todavía se adolece en el medio departamental es de adecuada infraestructura vial, implementación hotelera rural, personal capacitado en servicios del ramo, oportuna promoción por temporadas y agresividad en los planes turísticos que necesariamente deben ser parte de inversión privada en alianza estratégica con ciertos servicios públicos.
El Gobierno por su parte, sin descuidar ningún departamento pues todos tienen algo que mostrar, debería fomentar ésta actividad a través de incentivos financieros para los promotores de la actividad turística, pero además disponiendo recursos para el avance de trabajos en carreteras y en la infraestructura rural, allí donde crear hospedajes, restaurantes y capacitar personal puede resultar más rentable que gastar en proyectos de uso eventual.
No es desconocido el hecho de que el turismo genera empleos directos y muchos indirectos, promueve servicios diversos y permite el desarrollo más equilibrado de varias regiones en armónico contacto con la naturaleza.
Fuente: LA PATRIA
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