Domingo 06 de octubre de 2013

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Después de la curiosa e ingeniosa, pero acostumbrada, sugerencia presidencial, en la antesala al famoso Dakar, referente al cambio de nombre de la provincia Salinas de Garci Mendoza por Salinas de Thunupa, me tocó visitar la ciudad de Oruro y ver personalmente el trozo del “proceso de cambio” que toca vivir a la gente que habita esta hermosa tierra.
Es triste evidenciar que grandes proyectos y obras de interés nacional no encuentran lugar (o no quieren que encuentren lugar) en Oruro, sino que el pedazo del “proceso de cambio” que les corresponde a los orureños, radica en el simple “cambio de nombres”. Antes fue el aeropuerto, cuya resolución no fue definitiva y el conflicto aún está latente (si bien en aparente resguardo) pese a que el pueblo orureño muy bastante claro con su posición. Ahora es el turno de la provincia Salinas de Garci Mendoza… ¿Más adelante llegará el turno del carnaval, de San José, de las calles, avenidas, parques, colegios y mercados?
El conflicto es un elemento inevitable, que está presente en la vida cotidiana de los seres humanos, pero éstos surgen por la interacción propia de las relaciones en pos de óptimos escenarios de vida, no por motivos vanos que lo único que intentan es generar molestias para distraer a la gente y que los reclamos a las autoridades no sean por mejores condiciones de vida, sino por “nombres” o “calificativos”. Estos no son conflictos que conducen al progreso ni ayudan a crecer, sino que estancan y paralizan como sociedad.