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Sábado 05 de octubre de 2013

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Crisis existencial

05 oct 2013

Fuente: LA PATRIA

Por: El Alquimista

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Una de las máximas aspiraciones del ser humano es llegar a experimentar la felicidad verdadera, una felicidad plena y duradera que haga que nuestras vidas tengan sentido y sean el resultado de la realización objetiva de nuestros más íntimos anhelos.

Una crisis existencial se manifiesta en una persona cuando, después de haber logrado y obtenido todo lo que pensaba que era necesario para ser feliz y vivir en plenitud, se da cuenta que no es feliz, que no está en plenitud, pese a tenerlo todo. Se siente vacía, no le encuentra el sentido a su vida. Esto ocurre porque basó su felicidad en la adquisición de cosas externas, de títulos y vanidades de todo tipo, pero no se cultivó interiormente. Nunca nos olvidemos que debemos ser superiores, no por lo que adquirimos, sino por lo que damos, por lo que compartimos, por lo que sembramos en la vida con alegría y amor, sin esperar recibir nada a cambio.

La paz verdadera del corazón tranquilo es el tesoro más preciado que todo hombre o mujer puede aspirar a poseer, porque ha comprendido que los tesoros del espíritu son los verdaderos tesoros del universo.

La paz interior es un estado de conciencia de perfecto equilibrio entre lo material y lo espiritual. Es un estado en el cual no existen conflictos ni en la mente, ni en la emoción, ni en el físico. Es un estado de pasividad energética pero de tremenda actividad espiritual, donde el espíritu se libera dentro de nosotros expresando su sabiduría y su amor, que se manifiestan, de instante en instante, en ese ambiente interior de perfecta armonía en todas las dimensiones, en todas las esferas de manifestación. Lograr la paz interior significa haberse liberado de las cárceles de la mente y del subconsciente, significa haberse desapegado de todo lo innecesario, de todo lo superfluo, de todo lo temporal. Significa haber vencido todos los deseos y pasiones que esclavizan el alma. Significa haber cumplido con todas las obligaciones como individuos y todas las responsabilidades como seres sociales y comunitarios que somos. Significa estar en perfecta armonía con nuestro universo interior, en vivo equilibrio con la madre naturaleza y en constante comunicación con la madre espacio. Significa haber despertado del letargo de la inconciencia a la manifestación de la verdad que libera.

La paz interior es un tesoro que no se puede comprar con dinero, ni con poder o influencias. Es un tesoro que lo vamos ganando, silenciosamente, día a día, con nuestro trabajo constante de transformación interior de las tinieblas en luz, de los defectos en virtudes, de los temores en sabiduría, del egoísmo en amor. Es el producto del trabajo esotérico, energético-espiritual sobre nosotros mismos.

Solo se puede alcanzar este tesoro preciado cumpliendo todas las leyes divinas, los códigos morales universales y desarrollando los valores eternos, que se pueden sintetizar en las ocho virtudes de la madre divina: 1. Que haya Amor, 2. Que haya Sabiduría, 3. Que haya Paz, 4. Que haya Conciencia. En base a: 5. Recto Pensar, 6. Recto Sentir, 7. Recto Verbo, 8. Recta manera de ganarse la vida.

La felicidad verdadera sí existe y está a nuestro alcance cada instante, solo debemos atraparla de instante en instante en el eterno presente. Se experimenta felicidad verdadera cuando se vive el presente conscientemente en todas las esferas de manifestación que tenemos, (espíritu, mente, emoción y acción), experimentando el maravilloso milagro, que es la vida libre en su movimiento, vivenciando la magnificencia de la naturaleza que nos rodea y de la cual somos parte, explorando los misterios ocultos de nuestro universo interior y del infinito cosmos exterior, compartiendo nuestras vidas con nuestros seres queridos.

La felicidad es un estado interior, un estado de ánimo, un estado de conciencia despierta, que no depende del tiempo ni del espacio. Es un estado de conexión con nuestro Ser interior profundo que es paz, amor y felicidad verdadera, la fuente misma de la felicidad plena que experimentamos cuando dejamos el dualismo de nuestra mente, cuando nos equilibramos emocionalmente, cuando nos relajamos totalmente a nivel físico. Mientras estemos conectados con nuestro Ser, vivenciando el presente plenamente conscientes, estaremos experimentando felicidad real y verdadera. Cuando nos desconectamos de nuestro corazón, donde reside la chispa divina y empieza nuestra mente a elucubrar sus conceptos, sus juicios, ese parloteo interior tan insustancial que nos duerme la conciencia, entonces desaparece la felicidad y no la recobramos hasta que nuevamente empezamos a vivir el eterno presente totalmente despiertos.

Sentimos felicidad con lo cotidiano y simple de la vida, cuando valoramos el estar vivos, tomando conciencia que la vida es un preciado don, un recurso invaluable que debemos saber utilizar, haciendo de nuestras vidas una obra de arte donde aprendemos a experimentar felicidad de instante en instante, sin necesidad de cosa alguna, irradiando esa felicidad a nuestro prójimo, haciendo felices a los demás, siendo ésta la clave de nuestra propia felicidad: “sembrar felicidad para cosechar dicha y alegría”.

Fuente: LA PATRIA
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