“Subalcaldía de Palca le dijo sí a la cultura” titula el suplemento folklórico de “Los principales” para justificar la borrachera de una semana en el barrio de Cota Cota y que burló los intentos de la Alcaldía de La Paz para controlar los excesos de las fiestas patronales que se han convertido en pesadilla de los vecinos, línea que coincide con la del gobierno nacional que intenta frenar el alcoholismo entre los bolivianos.
¿Quién controló los puestos callejeros de venta de cervezas, supuestamente prohibidos? ¿Qué “pasante” ayudó a limpiar las toneladas de basura? ¿Invocaron a la alcaldía de Palca que “diga sí a recoger las inmundicias” de los beodos?
Desde hace un año, este suplemento, programas televisivos dedicados a las fraternidades y algunos diputados acusan a autoridades ediles, incluso las amenazan con procesos, cuando éstas intentan ordenar el caos perverso y reiterado en el que han desembocado los festejos patronales. Nada dicen de las consecuencias negativas para el resto de la ciudadanía, sobre todo para las barrenderas, y cómo suben en los días de excesos alcohólicos las denuncias de violencia familiar.
¿Habrá imaginado la misericordiosa Virgen de la Merced cómo se usaría su nombre para farrear? La devoción a esta advocación mariana data en Bolivia (Potosí) desde 1730 con la primera cofradía. La virtuosa señora se apareció en 1218 a Pedro Nolasco y le pidió crear una congregación destinada a liberar a los cautivos.
Desde entonces se difundió en la península y desde el Siglo XVI en el continente americano la devoción a la patrona de los perseguidos. La orden de los mercedarios tuvo relevancia en la Audiencia de Charcas y sus templos fueron escenarios históricos. Su fiesta es el 24 de septiembre. Los presos la veneran en las diferentes cárceles y abundan estampitas con el rostro misericordioso.
Sin embargo, actualmente la Vírgen de la Merced es invocada para distintas maldades. Los narcotraficantes colombianos guardan su imagen y portan el escapulario para quedar libres de todo cautiverio. Los sicarios adolescentes le rezan antes de matar.
En Bolivia no se llega a ese extremo, pero su devoción- como a otros santos- ha degenerado y es sólo un pretexto para farrear. Los folkloristas y sus voceros tendrán que responder ante las instituciones paceñas por violentar los límites legales del municipio. En algún momento serán responsables indirectos de los estropicios que se han dado contra los vecinos, casi todos de modestos recursos.
¿Cuántas violaciones a menores, cuántos posteriores abortos, cuántos niños golpeados son consecuencia de estas “devociones culturales” a la Virgencita?
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