¿La última cruzada contra el fundamentalismo musulmán?
02 oct 2013
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
Dando pasos atrás, en el sentido de la historia pasada, nos encontramos con un proceso entre los siglos XI y XIII, marcado por las denominadas “cruzadas” (en total existieron siete), las expediciones dirigidas en lo fundamental a recuperar la “Tierra Santa” para los cristianos en franco enfrentamiento con los musulmanes, los discípulos de Alá que habían conquistado a sangre y fuego, pero también con persuasión, una considerable parte del mundo antiguo. Fueron la expresión de una sociedad europea, sin importar las naciones, signada por profundos ideales guerreros y religiosos, pero también por intereses políticos de expansión territorial. Independientemente de los objetivos frustrados (Tierra Santa quedó en poder de los musulmanes) y de la realización de objetivos mezquinos de los centros de poder europeo, las cruzadas marcaron una época de lucha entre dos religiones.
Posteriormente, los llamados moros o moriscos (musulmanes) fueron expulsados de la Andalucía española en el siglo XV, antes del encuentro de dos mundos a través de Colón. Ahí acabó supuestamente el enfrentamiento. Con el tiempo, se desarrolló una tendencia tolerante en el mundo cristiano hacia los musulmanes que, debido a sus sangrientas conquistas se establecieron en Albania, Rumania, Hungría, Bulgaria, Serbia y Rusia, sin que hayan sido mayormente molestados. Inclusive fueron parte de la construcción del socialismo real como ciudadanos del país de los soviets, que se caracterizaba por su ateísmo. No obstante fueron capaces de conservar su fe en un medio adverso hasta la caída de la URSS. Entonces revelaron su verdadera estirpe, pretendiendo ser independientes en territorio ajeno (Chechenia, Daguestán y regiones aledañas). Lo mismo pasó en la ex-Yugoslavia (Bosnia-Herzegovina y Kosovo). Además, ya se habían establecido con comodidad en Europa Occidental, donde la cantidad impresionante de mezquitas, centenares, demuestra su importancia creciente. Son por lo menos 20 millones de musulmanes que viven en el viejo continente.
No habría mayor problema si la intención fuera la de integrar al Mundo, sin odios ni barbarismos, pero las cosas no son tan fáciles. Existe un mundo musulmán propio en una cantidad grande de países de Asia y del Norte de África y el número de fieles alcanza a la no deleznable suma de mil millones. En la mayoría de estos países, especialmente en las monarquías del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein), que tanto defiende Estados Unidos, no se permite en absoluto la presencia de otras religiones. Algo parecido sucede, aunque con sus particularidades producto de procesos conflictivos, en Afganistán, Pakistán, Irak, Irán y los nuevos gobiernos producto de la prostituida “Primavera árabe” (Túnez y Libia, Egipto se encuentra en otro trance). Los cristianos son perseguidos y condenados por sus creencias, las mujeres son sometidas a un oscurantismo que ya hubiera querido para sí la criminal Inquisición Española y la libertad de expresión es una palabra hueca que no tiene sentido en sistemas absolutamente totalitarios que se esconden en Alá para ocultar sus conductas y fines siniestros.
El problema fundamental pasa ahora por el fortalecimiento de tendencias ya no confesionales sino genocidas entre los musulmanes, los llamados “yihadistas”, partidarios acérrimos de exterminar a los infieles, o sea a todos los que no se someten a su dogmatismo religioso. En su locura, no solamente asesinan a ateos, también a cristianos y, además, a musulmanes de otras corrientes: chiítas en sus distintas vertientes, sufíes y otros. Desarrollan actos de terrorismo en todo el mundo (Al Nusra en Siria y Al Shabab en Somalia, como apéndices de Al Qaeda, son ejemplos claros), absolutamente crueles por su magnitud, ya que asesinan al que encuentran en su camino, no militares en todo caso, sino civiles, incluidos niños y mujeres, las bombas explotan y el mundo tiene que sufrir las indignidades de estos modernos bárbaros. ¿Hasta cuándo? En Bolivia son pacíficos seguidores de Alá y, por ende, de su profeta Mahoma, pero en países de Oriente Medio y del Norte de África los musulmanes pacíficos protegen a los terroristas.
Es sabido que la solución militar tiene sus limitaciones, pero es necesario que el mundo no musulmán se ponga a pensar en las consecuencias de ser permisivo con una ideología religiosa bárbara y criminal. En esta coyuntura se plantea la pregunta sobre la necesidad de realizar ¿la última cruzada contra el fundamentalismo musulmán?
(*) Politólogo
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