Martes 01 de octubre de 2013
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Cada persona viene a esta Tierra con un programa de vida, que cuando finaliza puede que la muerte física se presente, lo que indica que es posible que el karma haya sido eliminado. Por eso Dios considera primero la salud del alma, la sanación interna. Cuanto más se libere el alma de las cargas que la persona ha causado con su forma negativa de pensar y vivir, más intensivamente pueden las fuerzas del espíritu alimentar al cuerpo con energía espiritual y sanarlo poco a poco, pues las células y los órganos son vivificados de nuevo con la fuerza espiritual de Dios, con la luz divina alimentadora y mantenedora.
Dios quiere que estemos sanos y fuertes pues somos nosotros quienes causamos lo contrario con nuestros pensamientos negativos. Él es la fuerza sanadora, el espíritu liberador que regala alivio y curación. Los sanadores naturistas Paracelso o Hidelgarda de Bingen, sabían –igual que la humanidad de hoy a través de las manifestaciones actuales de Dios en Vida Universal- acerca del Médico y Sanador Interno. Es el Espíritu de Cristo en nosotros, la luz redentora que vive en cada uno y quiere volverse activa en nosotros, aunque debemos dejarle actuar, es decir reconocer nuestro comportamiento erróneo, abandonarlo y orientarnos a El mediante una forma de pensar y vivir positivas. Entonces la fuerza de Cristo puede refortalecerse aliviando y sanando. Deberíamos ser conscientes de que la sanación interna precede a la sanación externa, por eso el tratamiento de los síntomas no puede traer nunca una curación verdadera y permanente.