Los “lapsus linguae”, o deslices espontáneos en el habla, los cometemos todos y se nos escapan de la boca por diferentes razones, de acuerdo a sesudos estudios científicos. Sin embargo, cuando los cometen políticos famosos se vuelven eventos virales en la prensa y en las redes sociales.
Las más de las veces los lapsus linguae se originan por la afinidad o asonancia entre palabras, como le sucedió a un diputado italiano que volvió después de años a su pueblo natal, para expresar “la alegría de estar en la tierra que me dio los genitales". Posiblemente quiso decir los genes natales, aunque en el fondo no se equivocó.
Otro ejemplo ilustre es la expresión de una congresista paraguaya del A.R.N. quien, haciendo alarde de su erudición, prometió que su partido, perdedor en una elección, iba a resurgir de sus cenizas "como el gato Félix", queriendo referirse en realidad a la mitológica ave fénix.
Más divertidos aún son los lapsus linguae freudianos que se dan cuando el subconsciente nos hace reemplazar una palabra con otra relacionada con nuestras obsesiones o complejos, especialmente con trasfondo sexual. No necesito recordar los panes, penes y peces del bolivariano Nicolás Maduro por estar frescos en la memoria. Pero no es el único ejemplo, ni el más sonado.
La polémica exministra del gobierno de Nicolás Sarkozy, Rachida Dati, increpó a los opositores por pedir "una rentabilidad del 20 % con una felación casi nula". ¿En qué estaría pensando la señora para reemplazar la inflación por esa otra palabrita?
Asimismo, la congresista tejana Bella Abzug, quiso mostrar, tal vez en contra de sus creencias profundas, que era una liberal en materia sexual: "Necesitamos leyes que protejan a todos, varones y mujeres, gays y normales, sin considerar la perversión sexual de cada cual". En inglés era “persuasión”, convicción.
La causa de estos embarazosos deslices puede ser a veces la lalofobia, mejor conocida como miedo escénico, otras su opuesto, la lalomanía, o deseo irrefrenable de discursar. Por los hábitos de los políticos de todas las latitudes asumo que la segunda causa es la más frecuente.
Para salir del ámbito sexual, recordaré a aquel alcalde peruano, Juan Abel Llanos, quien juró "Por Dios y por la plata", esta última sin duda más "efectiva" que la Patria.
Ni qué decir de esta perla del nunca bien ponderado George W. Bush: "Tengo mis propias opiniones, sólidas opiniones, pero no siempre concuerdo con ellas". Vaya imitador (involuntario) de Groucho Marx: “¡éstos son mis principios! Si no les gustan tengo otros”.
A propósito de lalomanía, y dejando voluntariamente de lado los archiconocidos lapsus plurinacionales (sólo comparables con los de las aspirantes a “miss”), vi un video de Silvio Berlusconi quejándose de ser el mayor perseguido por la justicia en la historia de la humanidad. Terminó su desahogo con esta alucinante confesión: “He gastado 200 millones de euros en abogados, asesores y jueces". Por lo visto no fueron suficientes.
Pero la flor, en mi anecdotario, se la lleva un predicador que fue a realzar la fiesta de San Roque en mi pueblo. Encandilado por las virtudes del santo varón y los milagros realizados a su histórico paso por el pueblo, concluyó: "... y no estoy lejos de la verdad si afirmo que la sangre de San Roque sigue fluyendo en las venas de nuestros paisanos". De un lenguazo convirtió al venerable francés en un "gringo bandolero".
En fin, si habláramos sólo de lo que sabemos y, sobre todo, soltáramos menos la lengua delante de los micrófonos, reduciríamos a lo mínimo la posibilidad de incurrir en lapsus linguae.
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