En nuestra ciudad un foco de infección abierto y que se prolonga por amplio espacio en la zona Este es sin duda alguna el río Tagarete, otrora un curso de aguas cristalinas que hasta permitían la vida de pequeños pececillos, hoy un largo canal utilizado para que los vecinos boten basura y contaminen sus barrios, pero además para que se mantenga la división de la ciudad, cuando podría aprovecharse ese espacio, pero cubierto, para disponer de una gran avenida que conecte los cuatro extremos de la ciudad.
No hace mucho nos referimos a este tema, pues su tratamiento se considera de vital importancia para la seguridad sanitaria de miles de vecinos, pero algo por demás práctico constituiría la unidad urbanística de la zona Este donde el río Tagarete rompe la continuidad de circulación de vehículos en algo más de cinco kilómetros reconocido como el más grande foco infeccioso abierto.
Hay observaciones muy particulares en torno a este proyecto y si bien se menciona que el mismo sirve como motivación a promesas políticas y funciona en tiempos electorales, no es menos cierto que organismos más serios que los estrictamente partidarios han planteado desde hace muchos años soluciones técnico – urbanísticas acordes al tiempo presente que tienen que ver con macroproyectos y ya no con soluciones tipo parche.
El embovedado del Tagarete es una solución práctica y definitiva al problema de la contaminación del medio ambiente y el atentado contra la salud de una vasta zona de la ciudad. El otro problema es que con esa obra se lograría una conexión directa de la mayoría de vías de circulación que ahora se interrumpen por la existencia del Tagarete, justamente en un sitio de amplia expansión de la ciudad hacia el sector este que se prolonga en el radio urbano hasta el barrio de Vinto.
Lo que está claro es que la Alcaldía puede utilizar recursos del Gobierno Autónomo Municipal de Oruro (Gamo) y manejarlos por administración directa en el proyecto, aunque la autoridad ejecutiva sugiere obras de “canalización” del Tagarete, adornando las márgenes del foco infeccioso con piedras u otros materiales, además de plantarse árboles y construir puentes para facilitar el paso de personas y vehículos, disponiendo el asfaltado de las calles de la zona.
La idea puede ser parte de una terapia que sin embargo no elimina el mal y que por supuesto costará bastante. Lo que corresponde es que en el caso del Tagarete es que puedan aunarse esfuerzos de las principales autoridades, de la Municipalidad y de la Gobernación, ésta última que también tiene algunos recursos para el proyecto de embovedar el Tagarete. Si existe esa buena predisposición de ejecutar mancomunadamente un verdadero macroproyecto en la ciudad, es lógico que el financiamiento que falte deba tramitarse ante el Gobierno central para que disponga los fondos necesarios para cumplir una obra de orden social y de amplio beneficio colectivo. La otra alternativa puede ser acudir al crédito externo a través de organismos internacionales que tienen recursos para proyectos específicos en defensa del medio ambiente.
Lo cierto es que ya no se puede seguir pensando en remedios paliativos para el caso del Tagarete. De una buena vez y por encima de las suspicacias políticas, corresponde asumir la responsabilidad de embovedar ese río contaminante y perjudicial al crecimiento urbano de la ciudad. La tarea debe ser conjunta. Los focos de infección deben ser cubiertos.
Fuente: LA PATRIA
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