Levantarse temprano para no perder ni un minuto del día, buscar a los amigos, juntarse para decidir con qué actividad debía empezar el día, con bicicletas, con “pesca, pesca”, “congelados”, con pelota, construyendo fuertes, carreras de autitos (hot weels), trepar árboles, a resbalar en el hielo con patinetas, organizar un campamento o lo que fuera.
Más tarde, una pausa para almorzar, luego volver a salir y buscar a los amigos para planear la segunda parte del día, hasta las 10 de la noche, cuando los padres llamaban a ¿cenar?, claro ya habían llamado desde las 6 de la tarde o 7 de la noche, pero nadie había hecho caso, estaban demasiado ocupados jugando.
Pero ya era muy tarde para seguir en la calle así que había que volver a la casa. Pero qué corto se hizo el día, no había tiempo para aburrirse.
Ese era un día corriente en la vida de los niños de antaño, antes de que aparecieran el televisor, las computadoras, los teléfonos móviles, las tablets, smartphones y otras bellezas de la tecnología, que si bien llegaron para facilitar la vida, o complicarla, para estar “comunicados” todo el día, para ¿entretenernos?, también lo hicieron para desconectarnos del mundo, matar la creatividad, mermar la imaginación y por último para darnos más tiempo de aburrirnos.
Desde el boom de la tecnología de las, irónico, comunicaciones, la gente ya no se conecta si no es a través de mensajes de texto o de voz, y se escucha la cantinela de los niños quejándose de su aburrida vida, que no saben qué hacer para divertirse, si hay un apagón, se cae el sistema de la red Internet, se corta la televisión por cable o se arruina su aparato electrónico, sea smartphone, celular, laptop o tablet, los niños y jóvenes se paralizan, se atemorizan y se aburren, no saben qué hacer.
Los padres están muy ocupados para enseñarles a los hijos lo importante de la vida, para inculcarles que lo urgente no siempre es lo importante, y que a veces postergamos lo que realmente cuenta de la vida por realizar lo urgente.
Para muchas personas, el día del peatón es un verdadero fastidio, porque no podrán llegar a tiempo a algún compromiso ¡de trabajo!, aunque “ese” día sea domingo, porque hay que hacer compras o prepararse para el lunes, que es día laboral, porque no se puede utilizar el vehículo para salir de casa y alcanzar a hacerlo todo.
No obstante, ese día, está destinado para descansar, para pasear con la familia, para acudir a los parques cercanos y COMPARTIR con los hijos, ENSEÑARLES a divertirse sin los mentados aparatitos electrónicos, para que los niños y jóvenes puedan disfrutar de un día de bicicleta, de caminata saludable, de un partidito de fútbol entre padres e hijos, para conocer a sus vecinos e invitarles a una sesión de “pesca, pesca”, a una tarde de volantines, de deporte recreativo.
A los padres se les ponen los pelos de punta cuando sus hijos les dicen que quieren treparse a los árboles, que quieren hacer un picnic ¡en el techo de la casa!, o se ensucian cuando van al parque. ¿Es que se olvidaron de cuando eran niños?, de esos días de campo con el abuelo, pescando, correteando en las aguas de un río, empolvándose la ropa en un partido improvisado de fútbol en el campo, caminatas al cerro, de cuando hacían “carreteras” de tierra con sus propias manos, arrodillados empolvándose o enlodándose los pantalones.
¿No se acuerdan de cuando cavaban “trincheras” para jugar a la guerra con los del barrio vecino, donde se escondían para no ser “capturados”, llenándose de tierra, de hojas secas y de todo cuanto había entre los matorrales?
Claro que es más cómodo facilitarles a nuestros hijos una “niñera” electrónica, que los mantenga ocupaditos, para que no nos quiten nuestro precioso tiempo, para que se estén quietecitos y no nos sometan a un interrogatorio acerca de las cosas que no comprenden, que lo averigüen mejor en “san Google”, además que lo hagan por su cuenta.
Pero, pensemos… ¿qué beneficio les aporta a ellos la “niñera” electrónica llamada televisión?, ¿no estamos induciendo a los niños y adolescentes a que busquen “cualquier cosa” en Internet?, además, ¿cuánto tiempo de calidad compartimos con nuestros hijos?, seguramente al morir nos llevaremos al cielo el dinero que ganamos con tanto esfuerzo y con todo el tiempo que les quitamos a nuestros hijos, o quizás nos llevemos trabajito para que Dios nos dé una palmada en la espalda y nos diga: “qué buen padre o buena madre fuiste, le diste a tus hijos justo lo que necesitaban (en la Tierra)”, y con un suspiro se pregunte “¿y el amor?, ¿y la libertad?, ¿y la fe, la esperanza, el espíritu?, ¿qué de las cosas que necesitará realmente (en el Cielo)?
No permitamos que la tecnología nos aparte de nuestros hijos, que sustituya la orientación, el amor y el tiempo de calidad que debemos darles, que mate la creatividad y les robe a los niños y adolescentes la imaginación, que críe personas hurañas, aisladas y que no saben comunicarse, pero sobre todo, no permitamos que les dé a nuestros hijos tiempo para aburrirse.
Lo único que tenemos que hacer es JUGAR con nuestros hijos, darles tiempo para enseñarles a jugar la tuncuna, la liga, liga, a saltar la soga, a trepar árboles, a organizar un picnic en el techo de nuestra casa, a embarrarse, a empolvarse, a congelar la acera para resbalar por ahí en patineta, a fabricar trincheras para esconderse, enseñemos los múltiples usos que puede tener una pelota, a usar las piernas, los brazos y todo el cuerpo, no dejemos que otros hagan nuestro trabajo y no permitamos que lo urgente siempre esté antes que lo importante.
Fuente: LA PATRIA
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