Sábado 21 de septiembre de 2013
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La praxis política doméstica, bajo cualquier signo ideológico y en cualquier parte del mundo, prioriza generalmente intereses coyunturales de poder. El objetivo es mantenerlo sin sobresaltos, por más que sólo se pretenda cumplir el ciclo constitucional. Con mayor razón aún si se trata de detentarlo a perpetuidad.
La práctica política internacional, en cambio, se guía sólo por el interés del Estado nacional. O debe ser así, al menos, si se antepone el interés de Patria al del partido. El ejercicio del gobierno tiene límites temporales. La historia no registra gobiernos eternos. Los intereses del Estado, cualesquiera que sea y mientras exista como tal, son en cambio permanentes.
Esa realidad en política doméstica se evidencia cuando se dejan de lado diferencias ideológicas aparentemente irreconciliables o se olvidan juramentos de lealtad con total desparpajo. Los discordes de antaño buscan amigos en oriente, mientras en occidente enfrentan a sus exaliados. En el fondo, todo es cuestión de sumar en perspectiva electoral, por encima de programas. Bolivia vive hoy esos tiempos, de manera activa. El trato del gobierno a algunas regiones no es el mismo que el que les da a otras, tras los reclamos por los resultados del Censo. Pero ese es sólo ejemplo evidente. Habría que ver también el desarrollo de proyectos y programas de inversión.