Nuestra lamentable sociedad androcéntrica nos conduce a preguntarnos ¿por qué existe tanta jerarquización de hombres y mujeres respecto a su entorno laboral, social y hasta cultural? Sin duda alguna, esta pregunta ha sido cuestionada ya desde hace un par de siglos, pero, ¿será que la construcción tradicional del género femenino ha sido enmarcada en cánones de prejuicios y estereotipos desde los inicios de la historia de la humanidad? o por el contrario, ¿existe una insípida amnesia colectiva que oculta un abigarrado paisaje de mujeres extraordinarias y admirables?
Remontémonos a edad primitiva: existen muchas teorías que suponen una etapa de matriarcado en la humanidad, recordemos que la mujer tiene la asombrosa capacidad de generar vida, y por supuesto ello debió hacerla muy poderosa, muestra de ello es la Venus de la fertilidad de Willendorf: gorda, oronda, deliciosa, así se representaba el poder en las múltiples figuras femeninas del neolítico.
Más tarde, en la vida agrícola ¿Qué hacían los hombres de específico? Las mujeres podían cuidar la tierra al igual que ellos, inclusive aún mejor, cuidarla desde un punto de vista mágico porque la fertilidad era su dominio, su reino. Se cree que el afán de control masculino nació justamente por miedo a ese poder, es así que este recelo hacia las mujeres se sugiere ya en los primeros mitos de nuestra cultura.
Recordemos que Eva pierde a Adán y a toda la humanidad por dejarse “tentar” por la serpiente; o el caso de Pandora, la primera mujer que según la mitología griega fue creada por Zeus, quien le da una caja llena de desgracia, la misma que es destapada motivada por su “curiosidad femenina” liberando así todos los males. Resulta interesante cómo se presenta a la figura femenina como un ser débil, atolondrado y carente de juicio, recordemos sin embargo que la curiosidad es un ingrediente básico para la inteligencia.
Pero ¿qué hay más allá de estos mitos androcéntricos? la tradición judía cuenta que Eva no fue la primera mujer de Adán, sino que antes existió Lilit, quien quiso ser igual que el hombre, la misma que fue obligada por la fuerza a que obedeciera sus disposiciones, razón por la cual Lilit lo abandona pero a cambio es condenada a padecer la muerte de cien de sus hijos cada día, Lilit fue la primera feminista de la Creación y este mito subyace en la memoria olvidada de un mundo antiguo no sexista y el nuevo orden masculino que se instauró después y permanece hasta nuestros días.
Durante milenios las mujeres han sido ciudadanos de segunda clase, incluso se practicaba el infanticidio por sexo, ya que las niñas recién nacidas eran una carga no deseada, al contrario que el “codiciado hijo varón”; ya veníamos a este mundo con el desconsuelo de no haber sido ni tan siquiera deseadas.
Ya para el Siglo XV encontramos a la “caza de brujas”, más del 85 % de los reos eran mujeres castigadas por practicar la brujería (beber sangre de niños, tener relaciones con el diablo, poseer más conocimientos de los habituales) o bien, por cometer pecados de: administrar anticonceptivos a otras mujeres, hacer abortos o dar drogas contra el dolor del parto, siendo quemadas vivas.
Décadas más tarde, la mujer estaba supeditada al varón y llevaba el peso de un buen número de actividades cotidianas: hacían conservas, confeccionaban ropa para la familia, cuidaban de la huerta, fabricaban jabón, velas, zapatos, conocían de hierbas medicinales, etc., eran personajes activos e importantes, pero con la revolución industrial las cosas se las compraban en tiendas, de la salud se ocuparon los médicos y la mujer se quedó sin un lugar propio en el mundo.
A finales del siglo XIX desde la perspectiva de lo viril, la mujer empezó a ser vista como una anomalía, un ser enfermo sujeto a menstruaciones y dolores. La insana y torturante moda de los corsés fomentaban los ahogos y los desmayos y, la falta de lugar en el mundo y de perspectivas vitales aumentaban las depresiones y las angustias siendo la mujer una vez más tenida por un ser enfermo.
Para el siglo XX, la epidemia de las anoréxicas (pacientes aquejadas por extrañas patologías crónicas) eran muy populares; siendo el novelista Henry James quien presenta en sus libros el prototipo de la mujer de su época: inteligente y apasionada pero atrapada por las circunstancias sociales.
Durante muchos siglos la parte femenina ha vivido una existencia clandestina y hasta olvidada pero sin duda alguna más rica que la horma social en que se encuentra aún, lamentablemente, atrapada. Estas son breves líneas basadas en el libro “Historias de Mujeres” de Rosa Montero, que relata vidas de mujeres ejemplares que marcaron la historia de la humanidad, pero, ¿qué nos depara el Siglo XXI? ¿Qué legado queremos dejar a las futuras generaciones? Estas interrogantes se las dejo a consideración de los y las lectores.
(*) Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.